Antes de las elecciones municipales, el candidato socialista a la Alcaldía de la capital almeriense, Juan Carlos Pérez Navas, tuvo a bien conceder una entrevista a Noticias de Almería, y en ella anunció su intención de abandonar el escaño en el Senado si era elegido alcalde, pero de mantenerse en él si se quedaba en la oposición.
Nos contaba el candidato que ser senador, le permitiría llevar hasta la Cámara Alta los problemas de Almería, darles proyección y permitir dar solución a lo que el alcalde no lo estuviera haciendo. Se entiende que ese alcalde no sería otro que su oponente electoral, Luis Rogelio Rodríguez, a quien habían criticado duramente los socialistas por compatibilizar ambos puestos.
El caso es que este pasado pleno, la misión del portavoz del principal grupo de la oposición se limitó a defender la posición de su partido en una moción que ni tan siquiera era suya, si no presentada por Ciudadanos y relativa al polémico puente de Pescadería.
El asunto de más calado político, el del análisis de la ejecución presupuestaria de 2015, fue responsabilidad de su compañera Adriana Valverde –a quien por cierto, alguien podría haberle preguntado cómo puede hablar de cuestiones económicas quien firmó una subvención para una empresa días después de pedirle el reintegro de otra, en su época de delegada de la Junta de Andalucía-, quien también actuó de ponente en una moción sobre la gestión del turismo por parte de la empresa municipal, solicitando un plan para desestacionalización.
Lo peor es que a estas alturas en el Senado no ha habido más que un par de sesiones –si no me falla la memoria-, y que todos los grupos se pusieron de acuerdo para aumentar a tres semanas las vacaciones por Semana Santa (ya saben cómo son, la Navidad en el Parlamento Andaluz dura mes y medio). Es decir, que no se puede alegar que la frenética actividad del Senado –casi un oxímoron- le tenga agotado.
Opina el portavoz de Ciudadanos, Miguel Cazorla, en la entrevista publicada en Noticias de Almería, que si Pérez Navas quiere a Almería debe dejar el Senado, y no creo que sea una cuestión de “amor” porque al socialista le gusta más la política local que cualquier otra (ha tocado todos los palos), le gusta la calle, la gente, y se siente cómodo en el papel de concejal, y se supone que mucho más si en vez de ser un concejal más, es el que presidente el pleno.
Lo que sí es cierto es el otro detalle que apuntaba el edil naranja, y es no hay tiempo material para atender bien a todas las responsabilidades en un puesto tan absorbente como es el de concejal, sobre todo si ese concejal es alcalde, o está decidido a serlo.