Sí, pero no
martes 09 de agosto de 2016, 22:06h
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“Gobernar con ciento treinta y siete diputados, no es lo mismo que ir a la investidura (con esa misma cifra)”. Una vez propuesto, La Ley obliga a la investidura. Atención; pregunta: ¿O está pensando saltarse la Constitución por partida doble y ser Presidente por imposición… por encima del Parlamento… ¿Es eso? Pues para eso no hace falta aprobación de los diputados. Pero gobernar sin ser investido ¿No es un golpe de Estado? ¿O sólo se le acerca “un poco”? Por encima del Parlamento han gobernado hasta ahora los últimos cuatro presidentes, porque los partidos obliga a la sumisión a sus diputados; sumisos, obedientes a las órdenes del partido, regido por los propios regidores del Gobierno. Han vaciado la democracia, reducida al sólo hecho de depositar un voto periódicamente. Han confundido legalidad con legitimidad, Pero no porque sean torpes, que no lo son, sino porque son más cosas. Por ejemplo, se consideran capacitados, incluso para faltar a sus programas y a las leyes, por creer ilimitada y ciega la confianza que les ha dado el voto. “No conviene adelantar acontecimientos” decía el triste candidato, después de adelantar que quiere gobernar “si hay una lealtad mínima para no bloquear sus iniciativas”. Es necesario acudir al traductor: quiere gobernar si nadie se opone a su mangoneo (sin utilizar el término, necesariamente, en el sentido de mangar); si nadie discute, si no hay oposición. Si todos los demás aplauden como marionetas sus errores y algún posible acierto casual que, eventualmente, pudiera caerle. Es decir: si el Parlamento, aunque su partido no tenga mayoría, continúa siendo sumiso a sus decisiones acertadas o no. Pero, para gobernar sin Parlamento ¿no sería mejor eliminarlo? No es lógico, la democracia necesita el paripé, pero, si no tiene función alguna, al menos nos ahorramos su elevado coste. No. No es la solución. El Parlamento tiene una función más importante que la del Gobierno, porque hace las leyes. Y porque es el verdadero representante de los electores. Y, si hasta ahora, los partidos mandantes lo han orillado al imponer el voto a sus respectivos diputados, ahora, al menos, no hay un partido mayoritario que pueda decidir por encima de todos los demás. Ahora, al menos, hay algo de representatividad. Ahora, por fin, es necesario discutir y votar sin la mayoría aplastante que hacía innecesario el voto. Ahora debe haber un resurgimiento (repunte, dicen los “moelnos”) de la democracia. El artículo 99 de la Constitución es suficientemente claro, para que no se permita al Sr. Rajoy la burla de huir de la investidura “si no tiene los apoyos suficientes”. Se está forzando la interpretación del apartado 3, porque, que el candidato sea elegido por mayoría simple (menos de 176 diputados) requiere la oposición o abstención de más de la mitad. Juegan, y juegan muy mal, aunque la gente caiga, cuando insisten en “reunir apoyos”. D. “he hablado lo que he dicho menos lo que no he dicho”, está convencido de nuestra idiotez profunda. Toscamente insultante. Ser Presidente “si le dejan gobernar”, es una falacia para intentar que todos los demás aprueben sus errores. Excesivo. Imponerse al Parlamento no debe hacerse norma.
Estudió Filosofía y Marketing y es especialista en Historia.
Ha trabajado en prensa, radio y TV. Obtuvo el premio 'Temas' de relato corto por El Puente (1988), así como el '28-F' (2001), por La serie La Andalucía de la Transición, emitida por Canal Sur Televisión.
De su producción literaria cabe destacar: El País que Nunca Existió (1977), El Color del Cristal, novela (2001), La Importancia de un Hombre Normal, que narra la biografía de Blas Infante, (2003), Historia de Andalucía Para Jóvenes (2005), Grandes Infamias (2006) y De Aquellos Polvos... La Autonomía y sus orígenes históricos (2011)
Para el autor "la Historia es el espejo donde podemos vernos y conocernos, aunque, como está escrita por los vencedores, debe analizarse con espíritu crítico para poder interpretarla".
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