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Empleo contra pobreza

Por Juan Carlos Pérez Navas
viernes 21 de octubre de 2016, 12:58h

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La intensidad y virulencia de la crisis económica que sufrimos desde hace ya casi una década ha dejado en la cuneta a millones de personas que tratan de sacar a flote sus proyectos de vida, soportando la humillación de sentirse excluidos de una sociedad de cuyos beneficios ya no pueden participar. Sufren el escarnio social sin haber cometido ninguna infracción o delito, simplemente, por haber tenido la mala suerte de perder su empleo, convertidos ahora en lo que algunos expertos empiezan ya a denominar 'consumidores fallidos'.

Con motivo del Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, el pasado 17 de octubre, hemos podido conocer que cerca del 30 por ciento de los niños y niñas españoles viven en hogares pobres, que la pobreza severa azota ya a más de 3,5 millones de personas en España y que el número de personas que transita la delicada frontera entre la inclusión social y la pobreza real supera los 13 millones de compatriotas. Entre los datos encontramos uno verdaderamente representativo de las políticas que está llevando a cabo la derecha de Mariano Rajoy en España: de entre las personas adultas que trabajan o reciben una pensión, casi un 15 por ciento son pobres. Así que trabajar ya no es suficiente para escapar de la exclusión.

Pero los partidos políticos no pueden mirar hacia otro lado ante esta gravísima situación, en primer lugar porque no se trata de una catástrofe natural imposible de combatir, sino que responde al incremento de las desigualdades en nuestro país; y, en segundo lugar, porque sólo desde las instituciones públicas puede acometerse la gran lucha contra la pobreza y la exclusión que nuestra sociedad está demandando. De hecho, los recortes presupuestarios y la reformas restrictivas de derechos sociales ejecutadas con mano firme por el Gobierno del PP, como la reforma labor, educativa, de la administración local y sanitaria, han disparado a niveles alarmantes los indicadores de pobreza y exclusión social de España, especialmente en el caso de la infancia.

También esta semana hemos conocido que Almería tiene el lamentable honor de pertenecer al grupo de las 30 ciudades de España con mayor número de personas en situación de pobreza. Y no es de extrañar: además de tener una de las menores rentas per cápita del país, es la decimoquinta ciudad con más paro de España, con casi 70.000 desempleados, de los que cerca de 20.000 sobreviven, contra todo pronóstico, sin recibir ninguna prestación por desempleo.

De esa imponente bolsa de trabajadores sin empleo que soporta la provincia, casi 23.000 viven en Almería, una ciudad cuyo ayuntamiento no ha movido un dedo por resolver esta acuciante situación desde lo local. En la ciudad de Almería, el Partido Popular al frente del Consistorio, se niega a poner la maquinaria institucional al servicio de los trabajadores sin empleo y desarrollar planes de específicos con los que abrir las puertas hacia la inserción social a través del trabajo a esas miles de personas excluidas en su día del mercado laboral.

Pero el asunto, siendo grave, aún tiene una vertiente más preocupante: en Almería, con 200.000 habitantes, de un presupuesto municipal para este año de 181 millones de euros, el Ayuntamiento apenas reservó 40 mil euros para ayudas de emergencia social a familias en riesgo de exclusión social, cantidad a todas luces insuficiente para atender a esos padres y madres que agotan toda posibilidad de esperanza. No es de extrañar que la partida lleve ya meses sin fondos.

Los socialistas no nos resignamos ante esta realidad y compartimos dos aspectos fundamentales: que la erradicación de la pobreza debe ser un objetivo imprescindible para facilitar la plena participación de las personas en riesgo de pobreza o en situación de pobreza severa, y que las personas deben ocupar un lugar central en las políticas en las estrategias para construir un futuro sostenible y de justicia social. Ante un panorama como el que vivimos en estos momentos, la política debe erigirse en el poderoso instrumento con el que dar respuesta a las necesidades y a las aspiraciones de la gente. Y hacia ese objetivo debemos caminar.