Si algo demuestran estos dos días del mes de diciembre son las mentiras que nos han contado sobre nuestra historia, y sobre las que –a poco que se reflexione libre de prejuicios- es imposible no descubrirlas.
En la ciudad de Almería, el Ayuntamiento celebra con boato, es decir, con curas y militares, el llamado Día del Pendón (hasta qué punto los andaluces rechazamos íntimamente este tipo de actos, que a la palabra la hemos dotado de un significado social negativo), en recuerdo –dicen- de la conquista por parte de los Reyes de Castilla y Aragón.
Pongamos algunos datos sobre el papel, que lo aguanta todo. Cuentan las crónicas que fue un 26 de diciembre de 1489… pero vaya, no fue una conquista… primera mentira… lo que hubo fue un pacto, unas capitulaciones, firmadas un 10 de diciembre. Y bueno, los almerienses debieron resistirse a aquel acuerdo, ya que parece que cuando el rey Fernando entra en Almería era día 23 de diciembre pero de 1491, y que al siguiente, 24, es cuando lo hace Isabel… ¿y el 26 entonces…? El 26 de diciembre fue el día en que los cristianos celebran una misa en la mezquita mayor de Almería.
Es decir, que ni conquista, ni 1489, ni día 26… ni ná de ná.
Pero quienes crean que esta procesión anacrónica data de aquellas fechas, se equivoca también. Las capitulaciones, precisamente, a lo que obligaban a los almerienses –como había pasado con otras ciudades (hay que recordar a los ignorantes que no existía como provincia ni como nada parecido a ella, ni política ni administrativamente, ni en extensión, ni en nada) y pueblos antes, y pasó luego con otras, hasta hacerse con Granada- a reconocer la soberanía castellano-aragonesa y pagarles tributos (los monarcas cristianos estaban en la ruina después de tanta batalla, y por eso echaron a los judíos, para quedarse con sus propiedades, como luego intentaron hacer con los moriscos), ya que por lo demás, podían seguir hablando su lengua, escribiendo en ella, siendo juzgados por sus cadíes, orando a quien les diera la gana, y vistiendo como quisieran, siendo además dueños de sus propiedades…
No es hasta 1699 cuando se documenta la primera tremolación del pendón, y eso quiere decir que han pasado 210 años, ni más, ni menos. Más de dos siglos desde la falsa conquista… estamos hablando del siglo XVIII.
Mientras tanto, un 24 de diciembre de 1568 comienza la llamada “Guerra de la Alpujarra”. Es decir, que 80 años después de la “conquista” de Almería, Granada y el resto de ciudades, sus habitantes seguían siendo refractarios a sus conquistadores, hasta el punto de rebelarse contra ellos. No hay que olvidar el detalle significativo de que el alzamiento lo encabeza Fernando de Córdoba y Válor, y que resultaba ser descendiente del Califa de Córdoba, y que recuperó su nombre morisco para ser Aben Humeya, con el que sería proclamado rey en Narila, junto a un olivo que hunde las raíces en la tierra secular (ese sería nuestro árbol de Guernika), siendo más tarde asesinado por su primero Aben Aboo, que le sucedería.
El incumplimiento de las capitulaciones por parte de Felipe II es lo que enervó a los almerienses y granadinos, que aún así estuvieron dos años –de 1566 a 1568- negociando para mantener la estructura social que, en hasta aquellos momento había sido razonablemente pacífica. Lo que había sucedido –en pocas palabras- es que el rey necesitaba más dinero y más tierras para sus nobles, y lo mejor era quitársela a sus legítimos propietarios (legítimos por ser suyas de siempre, y porque las capitulaciones habían revalidado esos derechos), y lo mismo pasaba con los mejores cargos administrativos, cubiertos por moriscos ya que tenían mejor nivel cultural e intelectual (alcaides, médicos, notarios, alguaciles, oficiales, arquitectos, jueces…). Y claro, la Iglesia católica, que no aguantaba no avanzar en la conversión pacífica y urgía a dar un golpe de mano y expulsar a los infieles… no por no ser almerienses o granadinos, si no por no ser católicos…
Sí, lo reconozco, yo soy más del 24 de diciembre, de los que se sublevaron ante la injusticia y la traición, de los que se alzaron contra la imposición de la homogeneidad cultural y religiosa, de quienes defendieron sus propiedades, de quienes creyeron que podían seguir conviviendo con quienes les habían ocupado. Vencidos, pero no sometidos.
Y no, no puedo ser de los del 26 de diciembre… porque hasta en eso, mienten.