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Caducidad

jueves 06 de abril de 2017, 07:34h

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Parece que justo cuando el CETA y el TTIP, reptando sigilosamente como viene, viene hasta a quitar la fecha de caducidad a los alimentos (no sean tan exigentes, un alimento caducado es más eficaz contra el paro que el INEM y el SAE juntos). Pero, como se trata de favorecer a la gran industria, además de permitir la fusión de los dos grandes gigantes (no solo grandes, no sólo gigantes), de la farmacopea y el abono químico y transgénico, para que sean más grandes y puedan imponer mejor su voluntad, es decir, sus productos, precios, su política, sus alimentos… y sus enfermedades. Que ellos no las sufren ¿Cómo las van a sufrir, si no pueden morir, para continuar emitiéndolas? ¿O directamente transmitiéndolas? No pasa nada, a un gobierno lo pueden denunciar para que sea menos Gobierno y más servidor fiel y sumiso de sus intereses. Un simple y vulgar comentarista no les preocupa. Ni les interesa dar pábulo a tan “desquiciado e insensato comentario” como el presente.
Como se trata de favorecer a la gran industria, y no tendría sentido obligar a cambiar el color del coche cada dos años –se iba a ver demasiado el color del plumero y el plumero íntegro-, como ya no quedan accesorios que añadir, que el cinturón bien asegurado está con el chivato que vuelve loco a quien no se lo pone y a sus acompañantes. Y como acortar las fechas de revisiones no reporta beneficio a los fabricantes, las maravillosas mentes, incapaces de descansar por el bienestar de los ciudadanos (menos mal que el infierno no existe), están decidiendo, van a decidir –dicen- quizá ya lo tengan decidido, imponer una fecha tope a la vida de los vehículos.
Será, dicen, para cuidar el medio ambiente, para reducir emisiones contaminantes (de eso que le pregunten a Volkswagen), porque ya, al parecer, el diesel no contamina menos (misterios de la vida) y se han dado cuenta –un poco tarde, eso sí- que los carriles-bici, aunque magnífica iniciativa ha quitado muchísimos más viajeros al bus que al coche; como subvencionar el cambio de vehículo ha quedado antiguo y todo lo antiguo hay que tirarlo, como los monumentos, como la música, como la inteligencia, tiran por la calle de en medio, recurso tan socorrido que ya es manido, y les ha brotado (¿o es defecado?) tan “magnífica idea”. No se tiene en cuenta, ni se contempla, el tipo de vehículo, ni la intensidad de uso (número de kilómetros por año), ni la cantidad de reparaciones. Pobrecitos, no queramos hacerles trabajar tanto, que sus mentes pueden estallar. La que podría liarse.
¿Y los coches de época? ¿Habrá que cerrar los clubs y escuderías de vehículos antiguos? ¿Dejarlos sólo para museo? El mundo museístico, desde luego, puede aumentar, si, como parece, el criterio no va a ser el estado del coche, sino el año de fabricación. Adiós al gusto por lo antiguo. Lo cierto es que se acabó, o quieren hacer que se acabe, el circular con un coche antiguo por muy bien cuidado que se encuentre, pese a su puesta a punto, con su ITV y todos sus papeles en regla. Porque “es muy importante la seguridad”. Como si todos los modelos fueran iguales; como si todos los tratamientos fueran iguales. Lo que no es igual es el beneficio de vender diez a vender veinte coches. ¿Se comprende?

Rafael Sanmartín

Estudió Filosofía y Marketing y es especialista en Historia. Ha trabajado en prensa, radio y TV. Obtuvo el premio 'Temas' de relato corto por El Puente (1988), así como el '28-F' (2001), por La serie La Andalucía de la Transición, emitida por Canal Sur Televisión. De su producción literaria cabe destacar: El País que Nunca Existió (1977), El Color del Cristal, novela (2001), La Importancia de un Hombre Normal, que narra la biografía de Blas Infante, (2003), Historia de Andalucía Para Jóvenes (2005), Grandes Infamias (2006) y De Aquellos Polvos... La Autonomía y sus orígenes históricos (2011) Para el autor "la Historia es el espejo donde podemos vernos y conocernos, aunque, como está escrita por los vencedores, debe analizarse con espíritu crítico para poder interpretarla".