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Los títulos no sirven

miércoles 03 de mayo de 2017, 15:21h

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“Pa ná”. Y eso lo dicen en Silicon Valley, la Meca del avance tecnológico, de la modernidad empresarial; el modelo; el espejo dónde gustaría mirarse a todos los “Parques Científicos y Tecnológicos” que proliferan como hongos. “El expediente académico no sirve para nada”, afirma el responsable de relaciones humanas de Google. Y mientras Aquí, convertido esto en “paraíso de la titulitis”, se crean nuevos “colegios profesionales” con el pretexto de “proteger los intereses profesionales”, cuando lo que se busca es verse superiores, diferentes. Diferencia que cortaría el paso a Bill Gates, Steve Jobs ó Mark Zückerberg, entre otros.

Aquí se puso de moda pedir una carrera superior, dos idiomas, tres máster y cinco años de experiencia. ¡Ah! Y edad máxima, veintiocho años. Por “continuidad”, decían. Como si el mimado especialista, si existiera, no fuera a aceptar cualquier sabrosona oferta. En Silicon Valley –a pesar de Harvard, Columbia, Stanford y otras punteras, acaparadoras de los primeros puestos en “excelencia”- han caído en la cuenta que el expediente académico no asegura el talento, la creatividad, ni la capacidad de aprendizaje. Google, IBM, Microsoft y otras grandes empresas innovadoras y tecnológicas, ya no se limitan a leer un papel. Quieren comprobar la entrega, la capacidad, la iniciativa, la creatividad.

Quizá no sea totalmente justo decir que “estudiar no sirve para nada”. De algo debería servir. Sobre todo si no se abandonara la formación personal, humanística; si no se centrara todo en la enseñanza técnica, como viene haciéndose en USA y se está imponiendo en Europa, con el más despreciable desprecio a su historia y a su formación humana y filosófica. La formación es necesaria. Pero los nuevos “amos” del mundo, se han dado cuenta que, incluso para crear los medios con que dirigir a la sociedad por los derroteros marcados por ellos, se necesita algo más que un título colgado en la pared. La formación es imprescindible para el desarrollo intelectual y humano. Razón de más para la existencia de especialidades en la enseñanza. Y, especialmente, para que, en ningún caso, se omita la humanística. “Las letras” son necesarias porque mejoran la comprensión, mejoran el ideal universal, abren la mente. La Filosofía no es “una entelequia”. Un poco de formación humanística y filosófica ayuda en todas las materias, además de su estudio también específico, capaz de crear, o al menos mejorar, pensadores, algo de lo que el mundo actual está falto y por ello muy necesitado.

No hay que dejar de estudiar. Hay que mejorar sistemas y contenidos y centrar las profesiones en lo que son. Pero las modas suelen ser nefastas, a veces hasta en el vestir. Por eso los seleccionadores deberían aprender, también. Por ejemplo, que lo mejor no está en un expediente. O que, al menos junto a él, si no por delante, sería bueno tener en cuenta la experiencia, la disposición, la capacidad, la entrega, valores que no pueden registrarse en un “C.V.” Deberían convencerse que, cuando se valora fundamentalmente la edad. el título académico ó el sexo, se cae en la trampa tópica, y se es injusto con el individuo, y no se favorece a la empresa ni a la sociedad.

Rafael Sanmartín

Estudió Filosofía y Marketing y es especialista en Historia. Ha trabajado en prensa, radio y TV. Obtuvo el premio 'Temas' de relato corto por El Puente (1988), así como el '28-F' (2001), por La serie La Andalucía de la Transición, emitida por Canal Sur Televisión. De su producción literaria cabe destacar: El País que Nunca Existió (1977), El Color del Cristal, novela (2001), La Importancia de un Hombre Normal, que narra la biografía de Blas Infante, (2003), Historia de Andalucía Para Jóvenes (2005), Grandes Infamias (2006) y De Aquellos Polvos... La Autonomía y sus orígenes históricos (2011) Para el autor "la Historia es el espejo donde podemos vernos y conocernos, aunque, como está escrita por los vencedores, debe analizarse con espíritu crítico para poder interpretarla".