Defender el derecho
miércoles 10 de mayo de 2017, 20:27h
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Quede claro: el único capaz de “escribir recto con renglones torcidos”, es Dios. Y, por más que se lo crean, el partido en el gobierno está muy lejos de la divinidad. Que ni esto es el Olimpo, ni sus dioses reunidos han encargado doce pruebas a ninguno de sus miembros. “Hay que defender el Estado de Derecho” ¿Méndez de Vigo tiene un gran sentido del humor, ó directamente nos toma el pelo? Porque sentido del humor, pese a sus cínicas sonrisas, jamás han demostrado estos políticos ignorantes de cuanto pasa a su lado, pero molestos con la Justicia cuando funciona. Respetar el Estado de Derecho es, en primer lugar, respetar la Constitución y reformarla cuando lo pida la necesidad y lo refrende una amplia mayoría de ciudadanos. No vale arrogarse representación que no ha sido expresamente delegada. Lo que ha sido aprobado en Referéndum, no puede ser cambiado por un Parlamento. Menos aún por un Parlamento dominado por sólo dos grupos, es decir, por dos grupos dirigentes con política muy común e intereses coincidentes. Y respetar la Constitución supone resolver el paro, para lo cual, no es válido obedecer las directrices europeas que nos obligan a cerrar las fábricas de azúcar para montarlas en otro país; abandonar el cultivo de la remolacha, y el del algodón, para cerrar las fábricas de hilados y tejidos y obligar a importarlos de terceros países, con el fin de que Alemania pueda venderles coches y maquinaria. Significa crear los medios para que todo el mundo tenga acceso a una vivienda digna; justamente lo contrario de ayudar a subir precios a inmobiliarias, constructoras, promotoras y bancos. Significa cuidar la integridad de las personas y no permitir que nadie tenga que morir por culpa de la avaricia criminal de las eléctricas y sus subidas continuas de precio, con el sólo fin de embolsarse pingües beneficios cada mes. Los directivos, los accionistas y los políticos “cruzadores de puertas giratorias”. Es no actuar de Juez y parte, y no “meter la mano” en el bolsillo del contribuyente (o en la cuenta) y dejarlo sin dinero para pagar la luz, el alquiler o la hipoteca, por una multa, casi siempre discutible. Es propiciar independencia judicial, para no usar más rigor con quien da un empujón que con quien defrauda millones. Cumplir la Constitución presupone arbitrar medios para conseguir la igualdad de todos los españoles o, en su defecto, proclamar claramente quienes son y quienes no. Porque Andalucía sigue ausente en los Presupuestos Generales del Estado, mientras llueven millones para otras comunidades. Ausente, porque la inversión es muchísimo menor, porque no tiene en cuenta su población, ni sus necesidades, ni su situación, que precisa de una mayor inversión para acercarse a las mejor situadas. El Gobierno debe tener la dignidad suficiente para revertir una situación comenzada hace más de un siglo, cuando se perjudicó a Andalucía “para permitir el crecimiento de otras comunidades menos industrializadas”. No se trata de volver al péndulo, lo que pedimos ahora no es ese cambio radical: es que se nos permita igualarnos a los más favorecidos. Pero las inversiones públicas están dirigidas justamente en sentido contrario.
Estudió Filosofía y Marketing y es especialista en Historia.
Ha trabajado en prensa, radio y TV. Obtuvo el premio 'Temas' de relato corto por El Puente (1988), así como el '28-F' (2001), por La serie La Andalucía de la Transición, emitida por Canal Sur Televisión.
De su producción literaria cabe destacar: El País que Nunca Existió (1977), El Color del Cristal, novela (2001), La Importancia de un Hombre Normal, que narra la biografía de Blas Infante, (2003), Historia de Andalucía Para Jóvenes (2005), Grandes Infamias (2006) y De Aquellos Polvos... La Autonomía y sus orígenes históricos (2011)
Para el autor "la Historia es el espejo donde podemos vernos y conocernos, aunque, como está escrita por los vencedores, debe analizarse con espíritu crítico para poder interpretarla".
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