En el Encuentro de radios escolares de la UAL viví una experiencia ansiada. Estudiantes de diferentes centros grabando con naturalidad sobre temas de actualidad, sociales, culturales y ambientales. Créanme que no es tan sencillo, porque la falta de tiempo, las planificaciones y los objetivos curriculares lo complican bastante.
También, porque cuando nos ponen un micrófono, una cámara grabando o hablamos en público, nos tensamos, impostamos la voz y perdemos naturalidad. Por pudor, inseguridad, para impresionar o esconder nuestras vergüenzas dejamos de ser la persona y nos escondemos, parapetamos y protegemos detrás del personaje, del guion, de lo ensayado, de lo planificado, de la corrección social.
El mérito no es mío, porque una de mis obsesiones desde que colaboro en Radio La Canal y que todavía no he conseguido, es que los niños se dejen llevar delante del micrófono, que improvisen y cuenten las cosas que les preocupan, con las que se emocionan, sus anhelos, sus sueños. Que hagan radio de forma autónoma y que nuestra ayuda sea la de aconsejar, guiar y enseñar lo desconocido.
Para muchos, la palabra improvisar es sinónimo de falta de planificación y preparación, dejándolo todo en manos del azar para salir del paso. Para mí es una habilidad que aúna otras muchas y que demuestra que se domina el tema, que se sabe lo que se está haciendo y se es capaz de ir reconduciendo, dándole forma sobre la marcha, los objetivos marcados. Quizá los resultados no sean tan excelsos como tras haberlos ensayado durante horas, pero esos momentos, al menos para mí, son de una belleza y satisfacción inigualables.
Lo importante en estos talleres es que sepan trabajar en equipo para elegir un tema, investigarlo, resumirlo, hacer el guion, aprender a contarlo, trabajar la oralidad, el lenguaje, la comunicación, pero quiero que improvisen sobre lo planificado y lo hagan como en el recreo, en el parque o en su casa, con confianza, seguridad, sin miedo a expresarse y a decir lo que piensan.
Entiendo que para conseguir esa confianza en uno mismo no es suficiente con un taller de radio de pocas horas al año. Es todo un cúmulo de variables culturales, sociales y personales, imposible ni siquiera de redactar, pero para eso está el colegio, no solo para enseñarles conocimientos, sino para que se conozcan y aprendan a sacarle buen partido a sus habilidades y destrezas. Así que habrá que intentarlo.
A lo que vamos. En una de las actividades, estudiantes de varios colegios se sentaron juntos a hacer radio, y aunque empezaron dubitativos, porque no se conocían, y llevaban algunos guiones a los que querían ceñirse porque así se lo habíamos indicado, al final, relajados, liberados de lo estructurado, nos brindaron veinte minutos que bien valen todo el esfuerzo dedicado por los maestros que en sus ratos libres apuestan por la radio y, junto a la directora de Radio UAL, se dedican a organizar encuentros para aunar esfuerzos y motivar a los estudiantes.
Fueron pasando de un tema a otro con la mayor naturalidad, entre risas, chascarrillos, buen ambiente y dominio de contenidos que me dejó gratamente impresionado, porque con muchos convivo asiduamente y no me los esperaba hablando con tanta soltura sobre ellos. Del patrimonio, tema principal, se pusieron a hablar de la historia del municipio de Vícar, del acueducto de Carcauz haciendo una relación con el aprovechamiento del agua de la agricultura intensiva. Continuaron con la importancia de las reforestaciones en la Sierra de Gádor, las sensaciones y vivencias que tuvieron con el apagón y terminaron haciendo una reflexión sobre las energías renovables, los tejados de las casas, los olivos arrancados en Jaén, el precio del aceite y el de las placas solares. De verdad, pura magia; ojalá los escucharan en el Congreso de los Diputados o los tertulianos de determinados programas.
A esta opinión de tertulia radiofónica, quiero ponerle banda sonora y dedicársela a “Esa (nuestra) Diva”, porque hizo una actuación espectacular y no se merecía el resultado que obtuvo, fruto de los mensajes contra Israel de RTVE, a los que también aplaudo por ellos. Lo mejor hubiese sido no participar; no habríamos dejado tirada a Melody y habríamos gritado lo que Europa vergonzosamente silencia y permite: el genocidio contra el pueblo palestino. ¡Menos guerras y más radios escolares!