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Periodista... o lo que sea
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Periodista... o lo que sea

Por Rafael M. Martos
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domingo 17 de agosto de 2025, 06:00h
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Debe de ser que la Junta de Andalucía ha descubierto la piedra filosofal del periodismo: no hace falta saber de periodismo. Total, la profesionalidad, y cualquiera con un título —de ingeniería, arquitectura o lo que toque— puede redactar una nota de prensa, hacer una entrevista o gestionar una crisis de comunicación. Es más, seguro que para explicar un brote hospitalario lo ideal es un arquitecto… para calcular el ángulo exacto al que debe colocarse la nota en el tablón.

Parece que en esa línea, en el Hospital Torrecárdenas la comunicación no se mide en titulares, sino en metros cúbicos de hormigón. La reciente convocatoria de la Junta de Andalucía para un puesto en la Unidad de Comunicación del hospital exige título de diplomado, ingeniero técnico, arquitecto, grado o equivalente… pero nada de Periodismo o Comunicación Audiovisual. No vaya a ser que al candidato le dé por saber redactar.

Uno se pregunta si, al escribir las bases, el redactor pensaba más en levantar un nuevo ala del hospital que en levantar el prestigio de la profesión periodística. Porque, claro, un ingeniero podrá calcular el ángulo exacto de incidencia del sol sobre la nota de prensa, y un arquitecto sabrá diseñar un plano perfecto para esconder la información incómoda. ¿Para qué exigir titulación en Periodismo o Comunicación Audiovisual si puedes meter a un ingeniero técnico o a un arquitecto? Lo mismo un licenciado en Bellas Artes también sirve: total, pintar la realidad es cuestión de estilo.

Esto no es una rareza, es casi tradición institucional. Y no distingue colores políticos: cuando gobernaba la Diputación el partido de Almería, se le dio el puesto de asesor de comunicación a un alcalde que era de profesión carnicero. No porque escribiera como Gabriel García Márquez, sino porque había que agradecerle servicios prestados. Como la plaza libre era de comunicación, ahí lo sentaron. Ni escribió, ni coordinó, ni comunicó. Pero cobraba, que es lo importante.

Así, la política ha ido moldeando la imagen del periodismo: una profesión que cualquiera puede ejercer… menos los que han estudiado para ello. A eso se une el afán de los políticos en desprestigiar a los periodistas y los medios de comunicación, unos a unos otros a otros, y muchas veces ambos a los mismos, según qué publiquen. Luego, ya en las redes sociales, sus trolls se encargan de disparar donde los políticos apunta, y lo primero es desprestigiar, devaluando el valor de la profesionalidad.

Ser periodista, igual que ser médico o abogado, empieza por una titulación específica. El título no hace al profesional excelente, pero establece una base. Como en cualquier oficio, hay buenos y malos, pero el camino lógico no es prescindir de la formación, sino exigirla y mejorarla. Si no, terminamos con gabinetes de prensa llenos de gente que, por muy buena que sea en su campo, no sabe manejar el suyo: la información.

Así, cualquier pamplinas que por cuota de partido es encajado en una tertulia a opinar, cuatro días después ya es considerado periodista ¡y sin tener que falsificar el título!

La Junta, por cierto, se reunió en junio con las asociaciones de prensa para prometer que la categoría laboral de periodista estaría en la Relación de Puestos de Trabajo. Reconocieron que “las funciones y necesidades existen”. Pero tres meses después, publican esto. Quizá las funciones sí existen… pero el compromiso, como los buenos titulares, se ha quedado en borrador.

Lo que resulta insultante es que la propia administración que se reúne con asociaciones de prensa, promete crear la categoría laboral de periodista y reconoce que “las funciones y necesidades existen”… acabe publicando una plaza que las ignora. Un truco viejo: mientras llega la reforma, se cuelan convocatorias que convierten la información pública en un cajón de sastre. Y así, entre improvisaciones y favores, el periodismo institucional se llena de profesionales de otras ramas que quizá sepan mucho… pero no de lo que se supone que deberían hacer.

En este contexto, la plaza de Torrecárdenas es casi un homenaje a esa forma de entender la comunicación pública: improvisada, utilitaria y, sobre todo, con el periodista real siempre fuera de foco. Al paso que vamos, para redactar un comunicado oficial lo ideal será un aparejador con máster en encofrados.

Si un día usted ve a un fontanero operando en quirófano, no se alarme: es la lógica Torrecárdenas aplicada a la sanidad.

Rafael M. Martos

Editor de Noticias de Almería

Periodista. Autor de "No les va a gustar", "Palomares en los papeles secretos EEUU", "Bandera de la infamia", "Más allá del cementerio azul", "Covid19: Diario del confinamiento" y "Por Andalucía Libre: La postverdad construida sobre la lucha por la autonomía andaluza". Y también de las novelas "Todo por la patria", "Una bala en el faro" y "El río que mueve Andorra"