Las elecciones generales del 23 de julio han dejado un panorama político muy diferente al que anticipaban las encuestas. La mayoría de los sondeos auguraban una victoria holgada del PP, que podría gobernar con el apoyo de Vox, y un retroceso del PSOE, que perdería la segunda posición en favor de Sumar, la plataforma de Yolanda Díaz. Sin embargo, los resultados electorales han dado la vuelta a estos pronósticos y han mostrado una asombrosa fortaleza del PSOE, que ha quedado a solo un punto del PP y ha mantenido el liderazgo de la izquierda. Por el contrario, el PP ha quedado lejos de la mayoría absoluta, incluso sumando con Vox, y se enfrenta a una situación de bloqueo que podría abocar a unas nuevas elecciones en unos meses.
¿Qué ha fallado en las encuestas? ¿Por qué no han sabido captar el voto real de los ciudadanos? ¿Qué consecuencias tendrá este desajuste para la credibilidad de los sondeos y para la estrategia de los partidos? Estas son algunas de las preguntas que se plantean tras el sorprendente resultado electoral, que ha dejado tocadas a las empresas demoscópicas y a los analistas políticos.
Algunas posibles explicaciones del fracaso de las encuestas son las siguientes:
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La irrupción de Sumar: La plataforma de Yolanda Díaz se presentó el 2 de abril y supuso un terremoto en el tablero político. Sumar captó una parte importante del voto progresista, sobre todo del PSOE y de Unidas Podemos, pero no logró movilizar a nuevos electores ni a abstencionistas. Además, su irrupción provocó una reacción en el electorado socialista, que se movilizó para frenar el avance del PP y evitar una posible coalición de derechas. Las encuestas no supieron medir bien el impacto de Sumar ni el efecto llamada del PSOE.
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La volatilidad del voto: El contexto político y social ha sido muy cambiante en los últimos meses, marcado por la pandemia, la crisis económica, la gestión del Gobierno, los escándalos de corrupción, las tensiones territoriales y los debates ideológicos. Todo ello ha generado una gran incertidumbre y una alta indecisión entre los votantes, que han cambiado su preferencia electoral hasta el último momento. Las encuestas no han podido captar estas fluctuaciones ni reflejar la foto fija del día de las elecciones.
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La falta de transparencia: Algunas empresas demoscópicas han sido acusadas de manipular o cocinar sus datos para favorecer a determinados partidos o intereses. También se ha cuestionado la calidad técnica y metodológica de algunos sondeos, que han usado muestras poco representativas, han aplicado correcciones arbitrarias o han ocultado sus fuentes y sus márgenes de error. Estas prácticas han restado credibilidad y rigor a las encuestas y han generado desconfianza entre los ciudadanos.
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El efecto bandwagon: Se trata del fenómeno por el cual algunos votantes se decantan por el partido que va ganando o que tiene más opciones de gobernar, siguiendo la tendencia mayoritaria. Las encuestas pueden influir en este comportamiento al crear una imagen distorsionada o sesgada de la realidad política. En este caso, al dar por hecho que el PP ganaría con claridad y que podría formar gobierno con Vox, las encuestas pueden haber estimulado el voto útil al PSOE para evitar ese escenario.
Estos son algunos factores que pueden haber contribuido al fracaso mayúsculo de las encuestas en estas elecciones generales. Sin embargo, habrá que esperar a un análisis más profundo y detallado para conocer las causas exactas y las consecuencias de este desfase entre lo que decían los sondeos y lo que han dicho las urnas. Lo que está claro es que las encuestas tendrán que revisar sus métodos y sus criterios para recuperar la confianza de los ciudadanos y ofrecer una información más fiable y veraz sobre la opinión pública.
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