Hoy martes, mientras usted lee estas líneas, miles de chavales en Almería —y en toda Andalucía— se están sentando frente a un pupitre, con el estómago hecho un nudo, para enfrentarse a la famosa PAU. Sí, esa prueba que suena como el nombre de un Pokémon pero que es, ni más ni menos, el filtro previo a la universidad. Antes le llamábamos Selectividad, y más atrás aún, estaba la Reválida. Así que no, queridos jóvenes, no sois los primeros ni seréis los últimos en pasar por este trance... aunque cada vez os lo ponen más fácil, o eso nos lo parece a los veteranos.
Y como veterano de guerra que soy (porque todos los adultos lo somos en esto), me permito este ratito para desearos suerte. Mucha suerte. Aunque, entre tú y yo, no la vais a necesitar tanto. La inmensa mayoría aprobará. Está comprobado, y además es de justicia. Quien ha pasado dos años de Bachillerato dándole a los codos, merece cruzar la línea de meta. Aunque ahora os parezca el fin del mundo, en realidad es solo una puerta más.
¿Nervios? Claro que sí. Todos los tuvimos. Yo todavía me acuerdo de aquel calor de junio en Granada, del ruido de las sillas en el aula enorme, del boli temblón en la mano... y de cómo al final, cuando me levanté del último examen, sentí que ya estaba al otro lado... que en mi caso suponía salir de mi provincia a estudiar Periodismo.
Así que, en serio, calma. Que si vuestro hermano/a mayor lo hizo, si vuestro padre/madre lo hizo, si vuestro primo/a el que nunca estudió lo hizo (¡y hasta aprobó!), pues vosotros también. Incluso los que luego decidieron no estudiar carrera alguna: también pasaron por ahí, también lo superaron. Y ojo, que luego vienen vuestros hermanos menores.
Ahora bien, ya que estamos, dejadme que suelte la otra parte del sermón. Porque, seamos sinceros, esta prueba tiene sus cosas. Su razón de ser se supone que es doble: seleccionar a los mejores para que accedan a la universidad y garantizar que todos, vengan de donde vengan, tengan unos conocimientos básicos comunes. Pues bien: cumple regulín.
Si el 98% aprueba, no parece que haya mucha “selección”. Y si no es la misma prueba en toda España, si varía de comunidad a comunidad, y de centro a centro... ¿cómo comparamos resultados? ¿Qué sentido tiene que un chaval de Almería tenga que sacar un 12,4 para entrar en una carrera que en otra ciudad pide un 9,7? ¿O que no pueda entrar en su segunda opción porque en el bachillerato no eligió la asignatura correcta y por tanto no puede sumar nota extra?
A mí, qué queréis que os diga, me lía todo esto. Cuando ya no sabes si la nota va del 1 al 10, al 14, al 34 con decimales... cuando hay materias “troncales”, “optativas”, “específicas” y “de ponderación variable según el grado y la universidad”... uno ya se pierde.
Y sin embargo, los chavales lo tenéis clarísimo. Mi hijo mayor ya terminó incluso el máster, yla pequeña aún tiene otro curso por delante antes de llegar a la PAU, y siempre han sabido que hay que estudiar, y como vosotros, se informan de qué vale más, qué conviene elegir… Pero no deja de parecerme una gymkana más que una prueba justa. Porque sí, estudiar es fundamental. Pero también lo es que te orienten bien, que no te equivoques con una elección que luego te cierre puertas.
Por eso, además de desearos suerte, también me gustaría que alguien se planteara si no podríamos hacerlo mejor. Más claro. Más justo. Más igual para todos.
Mientras tanto, queridísimos futuros universitarios: haced lo que tenéis que hacer, respirad hondo, confiad en lo que sabéis, y recordad que no estáis solos.
Y si al final os toca estudiar aquí, en la Universidad de Almería, que sepáis que tenéis el mar a dos pasos exactos, que no es como tener el bar más grande del campus como nos pasaba en Ciencias de la Información, pero oye, que eso no lo tiene ni Harvard. Y si acabáis en otra ciudad, seguro que también os espera algo bonito.
Ánimo, campeones/as. Esto solo acaba de empezar (pero antes a disfrutar todo el verano).
Agenda
