En Austria, la fría Austria, cuentan que lo que comenzó como una aventura irónica, transgresora tras una noche de cervezas de todos los colores se está convirtiendo en toda una realidad en el país. Si en la seria y fría Austria los ciudadanos se han hartado de tal forma de sus dirigentes políticos, que están apoyando a un partido que inició su andadura prometiendo una fuente de birra en cada plaza, en Almería, con los que nos han tocado en suerte, y no de la buena, no veo muy lejano el que el personal pueda un día apoyar al partido que nos ofrezca alternativas tan halagüeñas como fuentes de rubias, tostadas o negras cervezas a los ilusos votantes.
No es una broma la historia, se lo aseguro, cierto que así comenzó, como una travesura entre jarras y jarras de cerveza ante la vida que llevan los políticos austriacos, pero está empezando a asustar a los establecidos y bien pagados en sus escaños. Si nos fijamos en la estupenda vida que se dan los políticos españoles con nuestros impuestos (un impuesto es algo que te sacan a la fuerza, es lo más cercano a un robo, extorsión, o pongan ustedes el nombre que quieran), no sería de extrañar que el partido de la cerveza tuviera el mismo éxito en nuestro país, y cambiáramos la democracia, por la “birracracia”, si es que Sánchez y los delincuentes catalanes no acaban antes con ella.
Me he tomado la molestia de preguntar a mi compadre sobre esta cuestión, sabedor de que tiene grandes conocimientos de las dos partes. Y su sabiduría es proverbial. No hay duda, querido compadre, me ha indicado, que una partido de esas características tendría una importante aceptación entre el electorado almeriense en un principio, y después, como no, en el español.
Y no es de extrañar ya que a partir de su nacimiento tendrían más centros, casas o delegaciones que cualquier partido en el mundo. Miles de bares, tabernas, chiringuitos y tugurios se convertirían en las banderas donde apuntarse al partido de la birra. En Almería la sede central se la disputarían dos colosos del encuentro y la mejor cerveza. Están los que apuestan por el kiosco de Ciudad Jardín, conocido entre los amigos como el Lengüetas y la poderosa, vieja y entrañable Casa Puga.
Los que preferimos el vino como arte del color, del sabor y de la conversación, no tendremos más remedio que montar el partido del vino, y compartiremos sedes, brindis y deseos. Y les aseguro que no seremos como el Pp y Vox, o Psoe y Podemos, que andan a la gresca cuando se tendrían que estar apoyando. Es la gran diferencia entre un partido con ideas, la de disfrutar de la amistad, la charla, el buen humor y cantar boleros a la luz de la luna, cuando, en contra, en los actuales partidos se han perdido las ideas de ofrecer un vida mejor al vecino, y se reparten los dineros, las rayas blancas y las entradas de los burdeles solo entre ellos. Qué ingratos son, todo lo quieren para ellos, solo para ellos.
Desde el partido de la cerveza, con su futuro aliado del vino, y la llegada de la “birracracia”, prometemos que habrá fuentes de cerveza y vino en todas las calles y plazas, que las rayas, las blancas y las de colores serán para todos y que los Angelos, o la Sauna Marfil, serán gratuitos para los ciudadanos, sin importar el sexo al que decidan apuntarse.
¡Joder, qué buenos partidos, que se presenten ya, que estamos hartos de los actuales, tristes y que solo piensan en ellos! ¡Arriba la birracracia! ¿A cuál se apunta usted, al del vino o al de la cerveza?