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Vaya plumeros
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Vaya plumeros

miércoles 12 de noviembre de 2025, 06:00h
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Como si de una competición se tratara, Moreno y Sánchez pelean por el premio al peor gobernante. El primero y su partido se niegan a resolver el problema de la vivienda. El otro, también. Moreno y los suyos cree poder convencer con su sonrisilla de vendedor y el beneficio de la venta de un librillo publicado por el nombre más que por el contenido, que esa es la gran desgracia de la actual industria editorial, (y a ver si da para pagarse la cuota de la iguala y los gastos de medicina y hospital ¿o eso se lo pasará al SAS? Y guardar para la jubilación, que en todo hay que pensar). El otro casi, porque le falta todavía publicar un libro. Lo de plantar un árbol no va con ellos, con ninguno de los dos, que eso es ecológico.

Moreno se postra a los pies de la Esperanza, pero no mueve un dedo para resolver o al menos mitigar los problemas del Polígono Sur, ni los del Poligono Norte, ni los Pajaritos, ni Torreblanca. Admira la belleza de la Imagen y tal vez le rece, menos esforzado que buscar soluciones, pero las deja en sus manos, que para eso es hija y madre del todopoderoso. Sánchez, como ambos deben diferenciarse en lo formal, no llega a tanto, para eso tiene ministros y ministras que bajen a felicitar a las hermandades (por su forma tan peculiar de entretener, será, como las pipas de girasol). Pero Sánchez, como tiene que destacar, hace más o menos lo mismo que aquel desgraciado: Eróstrato, para pasar a la historia, quemó el templo de Diana en la ciudad de Éfeso. Sánchez, ya actualizado, modernizado, pensará él, él y su gobierno, que estas cosas suelen ser producto del “consenso” forzado para mantener el cargo, y como si estuvieran ordenando los muebles en su vivienda privada, se creen sus plenos propietarios; que no son administradores, meros guardianes, del bien público y de los bienes del común, sino sus plenos propietarios, y deciden como el más acendrado dictador tercermundista, dar por buena la apropiación ilegítima del Patrimonio Común llevado a cabo por la jerarquía de la Iglesia Católica, al arrogarse poderes notariales y hacerse los amos con la sola firma del Obispo o Arzobispo de turno, de tantos bienes como se les haya podido ocurrir, unos cedidos en usufructo, otros confiados en custodia, ninguno de su propiedad real.

Nadie, y nadie es tampoco el gobierno, puede arrogarse un poder por encima del poder del Estado, compuesto por todos los nacidos y habitantes del espacio físico del que sólo han recibido delegación para administrarlo en nombre de ese Estado, que somos todos. Es obligado reiterarlo porque hay que ver con cuanta facilidad se les olvida. Ellos son responsables de la conservación del Patrimonio y solamente culpables de su pignoración. Y en caso de duda su deber es ponerlo en manos de la judicatura, ello si no está tan suficientemente claro como el caso tratado aquí. La Mezquita es un bien trasvasado al poder de los reyes, que automáticamente pasa al Estado en el mismo momento en que la monarquía absoluta se convierte en constitucional. Otro olvido lamentable, in incomprensible, en muchos gobernantes, al parecer imbuídos de un fuerte sentimiento totalitario.

Pues deberían saber que un cargo es una carga o debe serlo antes que nada. Que quien no sepa llevar la carga no merece el cargo, porque el único principio fundamental es gobernar para el pueblo que los ha elegido: quienes le han votado y quienes no también, por supuesto. Gobernar no es una carrera con premio para el peor. Gobernar es —debería ser— un servicio al pueblo, a la mayoría, nunca a las oligarquías. Se entiende que quedar bien con la jerarquía eclesiástica puede ser el medio para evitarse campañas en contra.Y quedar bien con los especuladores una forma de disminuir un poco la campaña negativa de los numerosos medios conservadores. No más que eso porque “Roma no paga traidores” y ni la Iglesia apoya a “descreídos” ni el Ibex y Garamendi a “comunistas”. Gobernar es cumplir la Constitución en todo su contenido por encima de intereses privados: también en la obligación de facilitar vivienda para todos, aunque ello conlleve combatir la especulación. Y la de respetar el derecho Común a mantener la propiedad de los bienes del Común.

Rafael Sanmartín

Estudió Filosofía y Marketing y es especialista en Historia. Ha trabajado en prensa, radio y TV. Obtuvo el premio 'Temas' de relato corto por El Puente (1988), así como el '28-F' (2001), por La serie La Andalucía de la Transición, emitida por Canal Sur Televisión. De su producción literaria cabe destacar: El País que Nunca Existió (1977), El Color del Cristal, novela (2001), La Importancia de un Hombre Normal, que narra la biografía de Blas Infante, (2003), Historia de Andalucía Para Jóvenes (2005), Grandes Infamias (2006) y De Aquellos Polvos... La Autonomía y sus orígenes históricos (2011) Para el autor "la Historia es el espejo donde podemos vernos y conocernos, aunque, como está escrita por los vencedores, debe analizarse con espíritu crítico para poder interpretarla".