Almería se consolida
Las redes delictivas han sustituido las tradicionales pateras por barcos de mayor capacidad para maximizar beneficios, utilizando la costa almeriense como centro logístico para la recepción y posterior traslado de personas a otras provincias.
Las organizaciones criminales dedicadas al tráfico de personas desde el norte de África han transformado su modus operandi en los últimos años, adoptando métodos más sofisticados y rentables. Según se desprende de la Memoria Anual de la Fiscalía General del Estado correspondiente a 2024, se ha detectado una evolución significativa en la ruta que conecta el litoral argelino con el levante español, con la provincia de Almería como uno de sus principales focos de actividad.
El cambio más notable reside en el tipo de embarcaciones utilizadas. Las mafias han comenzado a descartar las pateras convencionales —botes neumáticos o de fibra con motores de poca potencia— para operar con navíos de mayor calado, como barcos de pesca y otras naves de estructura más compleja. Esta nueva estrategia persigue un objetivo puramente económico: introducir un número más elevado de migrantes en un solo viaje para así multiplicar sus ilícitos beneficios.
El informe del Ministerio Fiscal destaca el papel crucial de la ruta almeriense dentro de este entramado. Según sus conclusiones, «los migrantes llegan de la costa argelina para su alojamiento e inmediato traslado a otras provincias, a cambio de determinadas e importantes cantidades de dinero». Esto convierte a la provincia no solo en un punto de llegada, sino también en una base de operaciones para la distribución de personas por el territorio nacional.
Asimismo, el documento advierte del progresivo aumento de la actividad migratoria organizada por estas redes en los últimos cuatro años.
La persecución de estos grupos criminales presenta enormes desafíos para las autoridades. La Fiscalía los describe como entramados de una complejidad tan particular que difícilmente encajan en los patrones de otras organizaciones delictivas. Esta sofisticación, sumada a las dificultades para obtener la colaboración de las autoridades de terceros países, a menudo obstaculiza la desarticulación completa de las redes y el enjuiciamiento de todos sus responsables.