Doña Ana Vidal, a la que no tengo el gusto de conocer, solo sé que pertenece al grupo de Podemos, y que tiene algún cargo dentro de ese partido que tanto daño le ha hecho al feminismo, acaba de declarar, lo han escuchado estas orejas mías que se han de comer la tierra, o los gusanos, que existen grupos de chicas en España que van violando magrebíes. No fue una vez, fueron dos, tres y seguía sin creerme lo que aquella señora ¿señora? acababa de decir. Grupos de mujeres se reúnen de noche en los pueblos y ciudades de España y salen a las calles a la caza y la violación de magrebíes.
Y la mala suerte que he tenido yo que nunca me he tropezado con este grupo de guerreras españolas que van violando a hombres que vienen de otras tierras. ¿Y de los paisanos de aquí, qué pasa, colegas? No tenemos derechos a ser violados. Yo me dejo. Si me dicen hora y calle en la que van a estar estas chicas, aparezco y sin ropa interior, para dar facilidades al trabajo de nuestras jóvenes violadoras. Claro que, a mi edad entiendo que no entre en el grupo de los favoritos, pero hay españoles jóvenes y guapos, y los pobres no se comen una rosca en estos años de feminismo en las manos de los ministros de este gobierno. Las deben querer todas para ellos. Lo mismo es que no debemos ser tan buenos haciendo el amor como esos extranjeros para ser violados por estos grupos de mujeres de nuestra tranquila y bendita.
Es muy duro tener que oír a doña Ana Vidal que las señoras y señoritas de aquí tienen que salir a las calles en busca de otros hombres con los que llegar al delicioso. Por lo visto ya no servimos los españoles ni para echar un “polvete” como hacían nuestros viejos, y las mujeres de buen vivir tienen que salir de noche, como cautivadoras vampiras a la caza del magrebí para satisfacer esas ansias que no cubrimos los hombres de estas tierras. ¡Porca miseria! Nunca pensé que nuestra especie perdiera la fuerza en las antiguas pasiones en el arte del ayunta-miento, y que llegara un día en que los hombres no les sirviéramos, y que ellas, las hembras, reunidas en grupos tuvieran que salir de casa a la caza de hombres jóvenes de otras nacionalidades a los que darles mordisquitos de vampira. Les llaman menas.
Tengo que hablar con doña Ana Vidal. Ella debe saber y conocer a estos grupos de chicas, horas, días, calles y localidades en las que salen a la caza y violación del hombre magrebí, para que me avise, tengo que intentarlo por lo menos. En casa tengo un mantel que de noche se puede confundir con aquellos pañuelos que lleva el líder Ugt, el señor Álvarez. De los cobardes lo único que se ha escrito es un epitafio en una losa de mármol de Macael. Y por ahora todavía no estoy dispuesto. Quiero que me violen, que me violen.