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Con la flotilla por la Paz
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Con la flotilla por la Paz

Por Moises Palmero Aranda
lunes 08 de septiembre de 2025, 08:15h
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Desempolvo el barquito de cáscara de nuez de mi infancia, para hacerme a la mar y unirme a la flotilla que navega en misión humanitaria hacia Gaza para llevar gotitas doradas de miel. Va adornado con velas de papel, rescatadas de la Declaración de los Derechos Humanos, con la ilusión de que el sol la haga resplandecer y el viento esparza sus principios.


Descarté construirme con ella un barquito de papel porque cuando se empapase, se hundiría, se desharía en partículas diminutas que se perderían en la inmensidad del océano y se mezclarían con el papel mojado de todas las leyes internacionales con las que intentamos protegernos de nosotros mismos y que a la hora de la verdad no sirven para nada.


Es por eso que, a diferencia del mosquito que iba muy seguro de ser buen timonel, navego con temor. No por las olas, el viento o la negra tempestad, sino porque nos enfrentamos a la sinrazón, a la locura, al odio, a la avaricia y a la falta de sensibilidad, comprensión, empatía y humanidad del ser humano.


Esta vez sí hay razones para echarse a temblar y no nos valdrá con reír, remar y cantar esperando a que el cielo esté muy azul, porque navegaremos sobre la sangre de inocentes, de civiles, de periodistas, de niños, mujeres y hombres que solo quieren vivir en Paz. Ignorar, permitir y justificar la masacre, el genocidio que Israel está cometiendo contra el pueblo palestino, nos hace cómplices, partícipes pasivos y víctimas potenciales de lo que está por venir.


Ante las sonrisas, teatrillos y amenazas televisadas de Netanyahu, Putin, Trump o Kim Jong-un, no podemos quedarnos callados. Ante la pasividad de la cobarde y decadente Europa, el poder del capital, de los negocios de los señores de la guerra, de las inoperantes resoluciones de Naciones Unidas, los ineficaces Tratados de Paz o las inservibles sentencias de la Corte Penal Internacional contra los criminales de guerra, hay que gritar, patalear y hacer mucho ruido. Porque el silencio mata, legitima a los asesinos, ladrones y acumuladores de beneficios y borra el dolor, el sufrimiento que provocan las atrocidades que están cometiendo.


Si me uno a la flotilla, o a los que protestan en la Vuelta a España, o a los estibadores italianos que han amenazado con cerrar los puertos europeos a Israel si interfiere la misión de los barcos, o a los profesores encerrados en el Círculo de Bellas Artes de Madrid hasta que nuestro gobierno apruebe el embargo de armas a Israel, o a los millones de personas que se están manifestando, cacerolas en mano, en las calles de todo el mundo y en las redes, o al creciente número de israelitas que piden que se pare la guerra, o a los que piden el boicot en eventos culturales y deportivos con los que solo quieren, y le permitimos, blanquear su imagen, es porque quiero agarrarme a la esperanza de que otro mundo es posible y porque callar me supone soportar una losa demasiado pesada sobre mi conciencia, que ya de por sí pesa demasiado por todo lo que permite y soporta.


Si la flotilla fracasa, si las palomas de la paz no sobrevuelan libremente sobre los mástiles, si no se permite abrir el corredor humanitario por el Mediterráneo, si los alimentos, el abrigo, el techo, el calor y las medicinas no llegan a Gaza, si los niños siguen muriendo de hambre, si les privamos de las canciones, los juegos y las risas que sustentarán su vida, si sus padres son asesinados cuando van a buscar comida en los puntos de entrega, si nuestros gritos se vuelven a silenciar con las armas, si las amenazas de arrasar Gaza y contra los activistas a los que llaman terroristas se terminan cumpliendo, si no somos capaces de parar esta barbarie y los oligarcas construyen un resort sobre las tumbas de los palestinos, no podremos volver a llamarnos seres racionales y no podremos mirar a nuestros hijos a la cara por permitir que el fascismo, el sometimiento y la tiranía reinaran en el mundo.


Por la Paz, por los Derechos Humanos, por los gazatíes, por una Palestina libre, subiendo y bajando las olas, naveguemos junto a la flotilla, abramos una estela de esperanza en las aguas del Mediterráneo. Juntos somos más fuertes, invencibles.

Moises Palmero Aranda

Natural de El Ejido, Almería. Licenciado en Ciencias Ambientales por la Universidad de Almería. Desarrolla su trabajo en el mundo de la Educación Ambiental desde la Asociación El árbol de las piruletas, donde ha utilizado la literatura como una herramienta más de sensibilización. Es autor y narrador de cuentos infantiles, entre los que destaca El árbol de las Piruletas y Un delfín entre las estrellas (próxima publicación) Secretos en el Sendero, nueve relatos de misterio donde se mezcla literatura, senderismo y geocaching, es su primera publicación en solitario. 32 motivos para no dormir; Pasos en la oscuridad; Taller de cuentos; 12 caricias; 13 muertes sin piedad; Ángel de nieve; Ulises en la isla de Wight; Crímenes callejeros; El oasis de los miedos; Letras para el camino, El mar, la mar, Relatos Velezanos V son algunas antologías donde aparecen sus relatos. Colabora en Candil Radio con los programas “La mirada del delfín viajero” y “Letras de Esparto”. En radio UAL dirige y presenta el programa de entrevistas Radio Ecocampus. También ha hecho sus pinitos en el mundo del cortometraje con El hombre y la flor. Otra oportunidad y su guión “Residuos” fue el ganador del I Concurso de guiones para cortometrajes “Carboneras Literaria”. Socio fundador de la Asociación Literaria y Cultural Letras de Esparto.