Vamos a hablar de algo que parece salido de una película de terror, pero es tan real como el calor de agosto en el desierto de Tabernas: el gusano barrenador. No, no es el título de una serie de Netflix, sino una plaga que ya ha atacado a más de 100 personas y que tiene a los científicos tirándose de los pelos entre moscas estériles y lluvias de ivermectina.
Imagínate un bicho que se te mete bajo la piel, hace fiesta y te deja un reguerito de infección como recuerdo. No es un vampiro, pero casi: la mosca Cochliomyia hominivorax pone huevos en heridas abiertas (o incluso en mucosas), y cuando eclosionan, las larvas empiezan a comerte vivo. Literalmente.
Mi tío Paco, ganadero en Los Vélez, ya está en modo "esto es el apocalipsis": "Primero fueron los invernaderos con la mosca blanca, ahora esto… ¿Qué sigue? ¿Gusanos zombis?". Y ojo, porque aunque ahora suene a problema lejano, en Almería tenemos calor, ganado y turistas con rasguños de playa… el combo perfecto para que esto se convierta en un drama local.
Las soluciones: ¿ciencia ficción o remedio de pueblo?
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El ejército de moscas estériles: Sueltan millones de moscas macho irradiadas para que copulen con las hembras y no dejen descendencia. Básicamente, un "Tinder de la desesperación" para extinguirlas.
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La lluvia de ivermectina: Fumigar ganado y zonas afectadas con este antiparasitario. Eficaz, pero… ¿qué pasa si el viento de levante nos lo lleva a los cultivos? Aquí ya sabemos lo que pasa cuando la química se descontrola (hola, Mar de Plástico).
Un conocido médico del Hospital de Torrecárdenas me contó que hace años tuvieron un caso sospechoso: un turista con un "bulto que se movía" en el brazo. Al final era solo un quiste, pero el susto fue tal que casi le echan la culpa a los pepinos de Níjar. Moraleja: el miedo ya está aquí, y la desinformación vuela más rápido que las moscas.
De momento, la plaga está lejos, pero nuestra provincia es un imán para plagas (que se lo pregunten a los agricultores del poniente). Si el gusano barrenador llega, será un caos: turistas con miedo, ganaderos en pie de guerra y los mismos de siempre vendiendo "remedios milagro" en el mercadillo de El Zapillo.
Esto no es un "problema de otros". Si algo nos ha enseñado el cambio climático es que las plagas no entienden de fronteras. Y mientras algunos debaten entre moscas castradas o químicos, a nosotros solo nos queda una opción: vigilar, informar y no subestimar al enemigo.