No ha sido ninguna sorpresa, y más bien la sorpresa hubiese sido que Gabriel Amat anunciara que volvería a presentarse a la reelección como presidente del Partido Popular de Almería, que eso ya pasó.
Y tampoco ha sido una sorpresa que el único candidato a sucederle sea Javier Aureliano García, su secretario general, pero también el actual presidente de la Diputación, que fue vicepresidente con el propio Amat. Por tanto, todo dentro de lo esperado por todos.
Hace 17 años, Amat cogió un partido con dos escisiones que lo tenían dañado hasta la médula, como fue la del Partido de Almería que encabezó Juan Enciso, entonces alcalde de El Ejido y hoy sentado en el banquillo por la Operación Poniente, y la de GIAL de Juan Megino, quien también fuera alcalde de la capital.
Con mano derecha y mano izquierda, Amat logró recuperar todo el voto de centro-derecha de nuevo, y a día de hoy, ninguna de esas formaciones políticas existe. No solo eso, con él, el PP ha alcanzado un nivel de votos en distintos comicios que han supuesto auténticos récord difícilmente superables, y hasta en dos ocasiones el candidato a presidir la Junta de Andalucía fue presentado como cabeza de lista por Almería, incluida aquella en que por primera vez el PP ganó en votos y escaños al PSOE, pero un pacto con Izquierda Unida evitó el relevo en el Gobierno autonómico.
A cambio, Amat ha tenido que soportar un acoso judicial como no se ha visto antes. Acoso, porque quizá han sido más de 300 causas judiciales las que de un modo u otro se han presentado contra él, y todas ellas, una tras otra, han sido archivadas, unas antes y otras después, unas en una instancia y otras en otra, pero todas han decaído.
Por otro lado, Javier Aureliano García es lo que antaño se llamó JASP (joven aunque sobradamente preparado), y es que ya fue presidente de Nuevas Generaciones, y ha sido concejal con áreas importantes en el Ayuntamiento de la capital hasta que comenzó su andadura en la Diputación. Pero más allá de esa experiencia en la gestión de la cosa pública, es evidente que a lo largo de estos años junto a Amat, ha acumulado un gran conocimiento de la realidad de la provincia, de su realidad social, económica, pero sobre todo política, y más concretamente, de la realidad del PP en cada municipio de Almería.
Si para el presidente saliente el reto fue recomponer el partido, para el entrante el reto no es menos apasionante, y consiste en abrir las puertas para que entren aquellos votantes y militantes de Ciudadanos que han dejado de ver sentido a su formación, pero también a quienes confiaron en Vox pero han reconocido que son la cruz de la misma moneda que Podemos, insustancialidad revestida de radicalidad provocadora y que objetivamente no aporta soluciones.
Probablemente uno de los motivos del éxito de Amat al frente del PP se debió a que no aspiró a más, que concentró todo su esfuerzo en Almería. Javier A. García no tiene edad de ponerse límites, pero sí objetivos, y si como tiene dicho a su entorno más próximo, quiere ser el mejor presidente que haya tenido la Diputación de Almería en su historia, seguro que también tendrá como meta ser el mejor presidente del PP de Almería.