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Hablen bien

miércoles 31 de enero de 2018, 08:23h

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Hablá bien no cuehta ná. Porque hablar bien consiste en expresarse de forma adecuada. Y, para expresarse de forma adecuada, son precisas normas compartidas y aceptadas. No puede existir un lenguaje privado, a gusto de cada cual. Ni el “lenguaje de tribu” es bueno para entenderse, salvo en el interior de la tribu. Porque un “colega” es quien practica la misma profesión, no el sustituto del amigo ni un compañero de juergas y correrías. Porque lo “puntual” es lo que se hace o llega a punto, a su hora, pero no algo esporádico, circunstancial, ocasional, momentáneo; que para eso hay algunas definiciones más.

Lo malo no son las definiciones, sino las “defineciones”. El idioma no lo impone la RAE, solamente lo recoge. El idioma lo impone el hablante, el propio usuario del idioma. Pero sin “representantes”. Eso queda para la administración, para la política, aunque los políticos se hayan creído capacitados para definir y rehacer el idioma, posición sólo capaz de mostrar su propia incultura, asumida, aceptada y satisfecha, que es lo peor. Cuando a una dirigente se le ocurrió exigir que los cargos militares se feminizaran, olvidó, o nunca lo había sabido, que una “generala” es un toque. Que una “caba” es una mujer de mala vida. O que una “soldada” es un sueldo Hay unas reglas, que no han sido impuestas, sino aceptadas, deducidas por el uso que les da sentido. Por ejemplo: en idioma castellano o español, sólo hay un plural. Igual que en inglés sólo hay un tratamiento y nadie intenta cambiarlo, menos aún forzar el cambio, como se intenta aquí, con los paradójicos y ridículos “vecinas y vecinos”, ciudadanos y ciudadanas”, compañeros y compañeras”. Ó “jóvenes y jóvenas”, o valientes y valientas”, el colmo del desatino. O tenaces y tenazas. ¿Quedaría bien?

Querer forzar el cambio de expresiones, por motivos ideológicos o políticos, es forzar el lenguaje Y algo peor. Es manipular, para llegar a la imposibilidad de entendimiento. Y encima, el idioma no discrimina. Lo que discrimina son la mentalidad cerrada, sea del signo que sea, y las leyes. Así, llegamos al mayor desatino de la peor arbitrariedad: El participio activo “ente”, indica entidad. La persona que tiene entidad para ejercer una capacidad, tiene el “ente”. Por lo tanto, la persona que preside, independientemente de su sexo, es (el ó la) Presidente. Como el/la enfermo/a es “paciente”. O quien ataca es “atacante”. Igual que no existen “persono”, “periodisto” ó “taxisto” tampoco existen la “atacanta”, ni la “estudianta”, ni la “comercianta”, ni la “adolescenta”. Ni la jóvena. No se olvide, por más “moelna” que quisiera parecer la ex-Sra. de González, Dª Carmen.

Conflicto lingüístico absurdo, como el de las terminaciones “e”, “el”, “en”, “er”, “es”. Son terminaciones neutras, no masculinas. ¿Son masculino los nombres Belén, Dulce, Edurne, Esther, Inés, Isabel; Raquel? Entonces ¿de dónde sale “alcaldesa”, por poner un ejemplo. Tenemos el idioma más rico del mundo, aunque se llame español y antes castellano, creado y evolucionado en Andalucía, por más que eso les pese a los desinformados e incultos críticos de nuestra forma de expresarnos, pese a que la siguen copiando. No permitamos que unos cuantos ignorantes electos se permitan disfrazar y suplir sus obligaciones para con sus votantes, confundiéndonos.

Rafael Sanmartín

Estudió Filosofía y Marketing y es especialista en Historia. Ha trabajado en prensa, radio y TV. Obtuvo el premio 'Temas' de relato corto por El Puente (1988), así como el '28-F' (2001), por La serie La Andalucía de la Transición, emitida por Canal Sur Televisión. De su producción literaria cabe destacar: El País que Nunca Existió (1977), El Color del Cristal, novela (2001), La Importancia de un Hombre Normal, que narra la biografía de Blas Infante, (2003), Historia de Andalucía Para Jóvenes (2005), Grandes Infamias (2006) y De Aquellos Polvos... La Autonomía y sus orígenes históricos (2011) Para el autor "la Historia es el espejo donde podemos vernos y conocernos, aunque, como está escrita por los vencedores, debe analizarse con espíritu crítico para poder interpretarla".