Reconozco que es una de esas veces en que antes de ponerme a escribir, tengo que parar respirar profundamente, crujir los nudillos, girar alternativamente a ambos lados el cuello para descontracturarlo, y mover los dedos para liberarlos antes de posarlos en las teclas.
Todo eso, y no se me ha pasado la indignación, pero bueno, eso me pasa por perder parte de mi tiempo en ver “Cuerpo de élite”, la serie presuntamente humorística de Atresmedia.
Conste que ya estoy un poco más tranquilo y creo que podré acabar sin soltar improperios, limitándome a analizar cómo, una vez más, los andaluces somos el felpudo de España.
La serie tiene como eje a un supuesto “Cuerpo de élite” formado por agentes de policía de varios territorios del Estado, pero… qué casualidad, que vascos y catalanes son de la Ertaintza y los Mossos respectivamente, que el valenciano es un experto TEDAX, la madrileña una supermadre que fue boina verde… y el andaluz, vaya, no es un Policía Nacional, ni un Guardia Civil, ni un miembro de la Unidad Adscrita a la Junta de Andalucía (lo que viene siendo un amago de policía autonómica)… no, es un sencillo policía local de Málaga, sin más. Es decir, en el escalafón de Cuerpos, es el más bajo, y además, tampoco tiene ninguna habilidad especial como los otros… y de hecho, se le presenta dando caza a un ladronzuelo mientras a los otros, en arriesgadas misiones.
Pero claro, no era eso suficiente, ya que al fin y al cabo, un policía local no deja de ser un profesional, alguien que ha tenido que estudiar, prepararse, aprobar unas oposiciones, sabe de disciplina, de leyes, de planificación… por eso la gracia está en que por error, a quien se recluta no es al auténtico policía local, sino al mencionado “choricillo”, al “yonki”, al buscavidas, al que –según reconoce- la única vez que trabajó en algo legal “fue vendiendo helaos en un chiringuito a cinco euros” y cae en la cuenta de que “claro, eso también es robar”.
Por eso la gracia está en que por error, a quien se recluta no es al auténtico policía local, sino al mencionado “choricillo”, al “yonki”, al buscavidas, al que –según reconoce- la única vez que trabajó en algo legal “fue vendiendo helaos en un chiringuito a cinco euros” y cae en la cuenta de que “claro, eso también es robar”.
De esta forma se consigue colocar al andaluz donde tiene que estar: abajo del todo. Las gracias del policía andaluz derivan precisamente de su clase social, es decir, hablar de modo soez, ser un ignorante en todos los campos, y como sucede en un capítulo –una de las agentes le descubre- es incapaz de encontrar su “especialidad” dentro del equipo porque no tiene ninguna. Evidentemente hace gala ser incapaz de planificar, de hablar idiomas, de entender de arte, de política… y evidentemente es el que peor fondo físico tiene. Claramente se lo dice la madrileña en un momento dado: “no sabes investigar, no sabes interrogar, tu forma física es un desastre… pero mientes como nadie”. ¡Andaluz tenía que ser, coño!
Es cierto que algún avezado lector podría decir que todo esto es una queja ridícula, al tratarse de una serie de humor, y que sencillamente, a cada personaje se le atribuye un rol. Cierto, pero qué casualidad que en las series españolas, los andaluces siempre ocupan ese mismo puesto… no salen abogados, ni empresarios, ni médicos, ni periodistas, ni maestros, ni científicos... como si aquí no hubiera... véase “Médico de Familia”, o “Farmacia de Guardia”, por mencionar dos antiguas costumbristas, pero ahora es posible ver el caso “Aquí no hay quién viva” y sus secuelas, donde los andaluces son el portero, o la drogadicta… siempre, siempre, los ignorantes, los “grasiosos” de sal gorda, los malhablados…
Y esa es otra, la de los malhablados, una forma de contribuir a ese estereotipo de que el habla andaluza es un mal castellano, y por tanto, la evidencia de que hablamos mal sencillamente porque no sabemos hablar, y no sabemos hablar porque somos vagos hasta para eso.
Claramente se lo dice la madrileña en un momento dado: “no sabes investigar, no sabes interrogar, tu forma física es un desastre… pero mientes como nadie”. ¡Andaluz tenía que ser, coño!
Hay una diferencia clarísima entre hablar mal, hables lo que hables, y hablar andaluz. ¿Hablaba mal Felipe González? ¿Habla mal Antonio Banderas, Miguel Ríos? ¿Hablaba mal Rafael Alberti, Carlos Cano? ¿Habla mal Susana Díaz? ¿Y Juanma Moreno? ¿Y Maillo? ¿Teresa Rodríguez? ¿Lo hace el mal el ministro Juan Ignacio Zoido? ¿Y la ministra Bañez? ¿Tal vez Carmen Calvo? ¿Lo hace Carlos Herrera?
Solo he mencionado a estos por ser personas conocidas y que hablan –o como el marinero en tierra, haberlo hecho antes de partir a la mar- mucho en público.
Ahora bien, lo más gracioso es que el actor que interpreta a este supuesto policía que en realidad es un ladrón, probablemente ni tan siquiera es andaluz… por la cantidad de eses que desliza cuando habla. Y es que, o bien, como decimos, no es andaluz y le cuesta horrores fingir nuestro habla, o sí lo es, y entonces le obligan a expresarse en castellano para que le entiendan… al final, por lo único que se detecta su origen es por su incultura al abrir la boca.
Otro diálogo clave podría resumir todo esto, o mejor, podría resumir el servicio que algunos andaluces prestan al sistema, y es cuando el andaluz con sus “mentiras” logra que vuelva a haber fútbol en España –sin duda… quién mejor para defender las esencias patrias-, y lo hace proponiendo que el equipo que acabe último en la tabla, pague la deuda de todos los demás. Él mismo reconoce que “es injusto, porque tendrá que pagar el más pobre”, y su jefa le dice que “todo no se puede tener”.
Pues eso, el pobre propone que pague el pobre, y aunque sea injusto, al menos es aceptado en el club… ¡todo no se puede tener!