Es posible que Pedro Sánchez no ha tenido oportunidad o no ha querido oír hablar de la isla de Tonga. Supongo que Pedro Sánchez tendría serias dificultades para ubicar Tonga casi en las antípodas de España (más exactamente Argelia-Nigeria). Ya demostró su nivel al confundir Kenia con Senegal. Tampoco anduvo fino al situar Almería y Cádiz como provincias limítrofes. Protagonizó un espectáculo notable en el Congreso de los Diputados al mostrarse incapaz de hallar el ordinal de nuestra participación en la OTAN, que lo fijó en el puesto “onceavo”.
La obcecación en la Agenda 2030 ha posibilitado que algunos estudios científicos sobre notabilísimos eventos geológicos hayan pasado desapercibidos para muchos gobiernos y comunidades científicas, que se pliegan a los intereses del cambio climático, calentamiento global, emergencia climática y, en definitiva, a la lucrativa Agenda.
En enero de 2022 se produjo una de las erupciones volcánicas submarinas de proporciones desconocidas hasta la fecha. Hunga Tonga-Hunga Ha´apai es la denominación del volcán submarino más potente. Al tratarse de una erupción submarina, la presión, gases y temperatura se abrieron paso a través del océano. La emersión produjo enormes reacciones químicas que salieron a la superficie en forma de gases, fundamentalmente dióxido de azufre, cloruros y muchísimo vapor de agua.
Fue tan dramática la emisión de vapor de agua que nuestra atmósfera vio incrementado el nivel de vapor de agua estratosférico en un diez por ciento. La erupción submarina, que terminó por aflorar una discreta masa magmática consolidada en superficie, elevó material volcánico hasta 50 kilómetros de altura, ocasionó daños en las comunicaciones y desencadenó un tsunami en las islas - ahora sí- limítrofes. La erupción, descrita como la más violenta de la Era Moderna, desencadenó una onda de choque que dio cuatro vueltas al planeta y produjo sensibles eventos ionosféricos y troposféricos.
La revista especializada Geofphysical Research Letters publicó un artículo incidiendo sobre las consecuencias de una súbita hidratación de la estratosfera. En este trabajo científico se anunció que ese incremento de vapor de agua descomunal (150 000 millones de litros), así como el ingente aporte de dióxido de azufre en la alta atmosfera generarían una anomalía, con sus respectivas consecuencias.
El equipo redactor del informe, que Pedro Sánchez no quiere ver ni en pintura, dedujo que los efectos de este evento geológico desencadenarían una singularidad climatológica a nivel planetario. Uniendo los efectos previsibles de los gases aportados a la atmósfera, se infiere que existiría un evidente calentamiento global que, además, se evidenciaría por espacio de los cinco años siguientes a la erupción.
Hagamos números: el evento se produce en enero de 2022 y, si sumamos cinco años, nos vamos a 2027. En el ecuador de máxima actividad de la anomalía estaría 2024, año en el que produjeron fenómenos meteorológicos extremos en muchos lugares de la Tierra; especialmente los padecidos por la DANA de Valencia. Y aún nos queda un trecho para afrontar hasta 2027 lo que pueda suceder.
Todo lo anterior, aun con fundamentos científicos verificables, queda devaluado y desacreditado cuando se aplica desde distintos gobiernos la verdad absoluta, taxativa e incontestable de la Agenda 2030.
Tanto el peligroso aumento de los sargazos que exceden del Mar de los Sargazos, los dragones azules que vistan las playas de Villaricos y otros comportamientos bioclimáticos anómalos; sin duda se deben, según Pedro Sánchez, a las centrales nucleares, los vehículos térmicos, la extrema derecha, jueces politiqueros, Netanyahu y Henry Stephen.