Juan Manuel Moreno Bonilla, como persona física, tiene todo el derecho a ser un devoto y fiel cofrade, hermano de las fusionadas en Málaga y admirador de la Semana Santa malagueña y ahora también de la sevillana. Un acto de hermanamiento y no competencia digno de ser agradecido, porque las semanas santas de las distintas ciudades, ni en lo religioso ni en lo artístico son motivos de enfrentamiento sino de encuentro entre ciudades, exactamente lo mismo que la monumentalidad, el léxico, la cultura o la historia. Solamente hay mucha coincidencia y por tanto motivos para la mutua cooperación entre las ochocientas ciudades y pueblos andaluces, que comparten un mismo genio, una misma cultura y una misma historia, por más que haya quien esta realidad le choque.
Pues poca esperanza tendrá Moreno en su capacidad para alcanzar la mejoría y elevación social, cultural y económica de Andalucía, con gestos externos tendentes a llamar la atención en busca de ganarse las simpatías de un colectivo importante de la población andaluza. Moreno Bonilla debería saber —desde este momento ya lo sabe, otra cosa es que sea capaz de asumirlo— que la simpatía del electorado y la notoriedad dentro del mismo, como mejor se puede y se debe obtener y como más duraderas son, es con toda la sinceridad que debería ser propia de un buen gobernante, consistente en trabajar de hecho y con todo ahínco en la mejora de las condiciones laborales, sociales, sanitarias, educativas, formativas y económicas de la Comunidad cuyos habitantes por mayoría legal le han entregado las llaves de ese despegue tan necesario y deseado.
Los gestos son golpes de efecto duran tanto como tarda un viento en llevárselos. Son de corta duración aunque a veces dejen buen recuerdo en algunas personas y los gustos personales son dignos para mantenerlos en lo íntimo; sin entrar en la idoneidad o no del toreo, es lamentable que el día del cáncer de mama, Moreno y su protegido, Sanz, en vez de estar en su sitio, al lado de las mujeres, que se respetan con hechos, no con palabras, se fueran a una corrida de toros. Los hechos son valorados, por eso perduran, asientan posiciones. El respeto absoluto a la comunidad presidida le dará prestigio. A él y a cualquier gobernante cuyo interés sea sólo y con fuerza el de su Comunidad. Y su interés no debe residir ni sólo ni principalmente en “dejarse querer” por los cofrades ni por ningún otro colectivo por muy poderoso que pueda ser. Porque eso es cambiante, es efímero.
Lo único realmente eficaz y valorable a nivel máximo es la mejora de Andalucía en todos los aspectos: recuperación de su arte, su cultura y su historia. Los de verdad, auténticos, sin manipulación. La mejor manera de elevar los ingresos de Andalucía es con una Hacienda propia y al mismo tiempo un nivel de industrialización y comercialización cuando menos al mismo nivel de las comunidades más desarrolladas de Europa. Cuando se tengan en cuenta las peculiaridades de cada territorio, y el mayor respeto alcance a los cultivos de Almería, al olivar de Jaén, a todas y cada una de las particularidades que hacen de Andalucía un mosaico perfectamente acoplado. Cuando se respete el agua, como bien muy escaso y no se desaproveche, cuando no se envenene el Guadalquivir, cuando se cuide de forma meticulosa y no se ponga en peligro Doñana, el mayor pulmón de Europa, cuando se cuide la calidad suprema de nuestra producción y se ayude a su comercialización. Cuando se tenga en cuenta a la enseñanza, la cultura y la sanidad como entidades preferentes, por ser fundamentales y derecho inalienable de la población.
Las manifestaciones religiosas, en la medida que culturales o artísticas, son dignas de todo respeto. Y Moreno tiene todo el derecho de asistir como persona. Como Presidente tiene el deber y la obligación de ser discreto y no airearlo ni buscar notoriedad a través de ellos, y así evitar cualquier atisbo de preferencia por algún lugar, por algún hecho, o por alguna religión. Él y Sanz tienen el deber y la obligación de ocuparse de las mujeres y de la salud de todos los andaluces, antes que por el espectáculo taurino.