No se le puede poner el más mínimo impedimento a que los ciudadanos demuestren su repulsa ante cualquier situación que se pueda dar en nuestro entorno. La libertad debe ser la constancia de los pueblos, y gritarla con fuerza, con toda la que sea necesaria ante la barbarie que se vive entre los que conforman la sociedad global. Esa libertad a la que recurrimos a la hora de defender nuestras ideas, debe tener como límite el comienzo de la libertad del que tenemos enfrente. Si ese grito de libertad se convierte en enfrentamiento en el que imponemos nuestros criterios por encima de la libertad de los demás, nos estamos pasando a ese escenario del que nos quejamos. Israel debe dejar de atacar a la ciudad de Gaza, y todas las voces serán pocas a la hora de pedir esa necesaria paz.
Pero no se puede negar que Hamás es un grupo terrorista, como lo es, si quieren aceptamos que lo fue, Eta. La lucha contra Eta era la lucha legal de los demócratas españoles contra la barbarie que suponía la muerte de hombres, mujeres y niños ante la metralla y las bombas de Eta. Hoy al frente del grupo a favor de Palestina anda un hombre de Eta. Terroristas defendiendo a terroristas. Israel manifiesta que se está defendiendo ante los ataques terroristas de Hamás, una guerra asegura, en la que está en peligro el pueblo judío y la sociedad occidental. Se puede o no estar de acuerdo con ello, pero lo que no debemos esconder es que Hamás es un grupo que sembraba el terror en medio de una fiesta judía en la que murieron decenas de personas. Aquel atentado no lo hizo Israel, lo hizo Hamás, pero parece que lo hemos olvidado demasiado pronto.
La contundencia con la que está respondiendo el estado judío, atacando ciudades y hospitales llena de horror las televisiones del mundo, y está levantando las voces de todos aquellos que ven en sus hogares lo que esa barbarie llega a hacer en la ciudad de Gaza. Y de justicia es que se haga. Debemos levantar nuestra voces contra el terrorismo de Hamás y contra la masacre, a algunos les gusta llamarle genocidio, que está llevando a cabo el estado de Israel, pero no hacerlo contra unos deportistas, y menos convertirnos en barbaros, casi terroristas, cuando atacamos sin piedad a unos ciclistas porque nacieron en la tierra de Jericó. Solo eran unos jóvenes deportistas, como aquellos que murieron en la olimpiada celebrada en Múnich en el setenta y dos a manos entonces del grupo terrorista Septiembre Negro. Los recuerdan ¿verdad?
Hace una semana un grupo de almerienses salieron una noche a reclamar la paz para los hombres de Gaza, y para que se acaben los bombardeos sobre una población hambrienta, hastiada y cansada. ¿Aquellas voces almerienses levantadas el último día de agosto habrían atacado a estos deportistas solo por haber nacido en Israel?
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