La universidad pública sigue siendo una vía fundamental de acceso al mercado laboral, pero el lugar en el que se desarrolla esa inserción dice mucho del tejido económico y de la capacidad de retención del talento en cada territorio. En el caso de Almería, los últimos datos publicados por el Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía (IECA) no dejan lugar a dudas: una parte muy significativa de los egresados universitarios de la Universidad de Almería (UAL) y consultados por Noticias de Almería, tienen que buscarse la vida fuera.
Según el informe relativo al curso 2022-2023, de los 2.451 egresados universitarios almerienses que estaban residiendo en la comunidad autónoma al inicio del curso, solo 1.223 terminaron trabajando en Andalucía. Otros 223 —casi el 10%— tuvieron que irse al resto del Estado, mientras que 1.005 (un 41%) no figuran como insertados laboralmente o lo están en condiciones que impiden determinar su localización geográfica.
Este dato de los no localizados no es un fenómeno exclusivo de Almería, pero el volumen de personas que no trabaja en la comunidad sí es llamativamente elevado si se compara con otras provincias andaluzas. En Sevilla, por ejemplo, de los 8.762 egresados, 4.236 permanecieron trabajando en Andalucía, 1.082 se fueron al resto del Estado, y 3.444 no aparecen como ocupados en el momento del corte estadístico. En Málaga, de 6.256 egresados, 3.302 estaban insertados en la comunidad y 587 trabajaban en otras partes del Estado. Es decir, mientras Málaga y Sevilla retienen a más del 50% de sus egresados, Almería apenas logra retener a la mitad, y solo el 49,9% consigue empleo dentro del territorio autonómico.

El fenómeno afecta tanto a hombres como a mujeres, aunque en este caso las cifras muestran una ligera diferencia de comportamiento. De los 973 egresados varones de la Universidad de Almería, 491 encontraron empleo en Andalucía y 94 fuera de la comunidad, lo que deja fuera del radar laboral al 41,1%. Entre las mujeres, de las 1.478 egresadas, 732 trabajan en Andalucía, 129 en el resto del Estado, y 617 —más del 41%— no están registradas como activas en el sistema laboral a efectos del estudio.
Comparativa con otras provincias
La situación de Almería no es la más dramática, pero sí una de las más preocupantes. Huelva, por ejemplo, presenta 1.832 egresados, de los cuales 957 trabajan en Andalucía, 188 en el resto del Estado y 687 (37,5%) no aparecen como empleados. En Jaén, con 2.842 egresados, 1.276 trabajan en Andalucía, 345 en el resto del país y 1.221 (42,9%) no constan como activos.
En cambio, en universidades como la de Granada, el escenario es más favorable. De sus 8.296 egresados, 3.597 trabajan en la comunidad, 1.017 en el resto del Estado y 3.682 no están localizados laboralmente. A pesar de que también hay una parte importante que no figura como empleada, la tasa de retención en la comunidad es más alta que en Almería.
Otra provincia que destaca es Córdoba, con una tasa similar a la almeriense. De sus 3.031 egresados, solo 1.428 están empleados en Andalucía, y 321 lo están fuera de ella. Málaga, por su parte, muestra una inserción laboral más sólida dentro de la comunidad, lo que refleja posiblemente un mercado laboral más dinámico y diversificado.
Una fuga que cuesta cara
La necesidad de emigrar para encontrar trabajo no solo representa un problema personal para quienes se ven obligados a dejar su entorno y redes de apoyo. También es una pérdida para el tejido productivo de la provincia, que invierte recursos públicos en formar a jóvenes que terminan contribuyendo al desarrollo de otros territorios.
Además, estos datos pueden interpretarse como un síntoma de debilidad estructural en la economía almeriense, que no logra absorber ni canalizar suficientemente el capital humano que genera su universidad pública. La falta de tejido empresarial innovador, la escasa presencia de grandes compañías tecnológicas o industriales, y la elevada temporalidad de sectores como el agrícola o el turístico dificultan la incorporación estable de perfiles cualificados.
Diagnóstico
Este escenario debería ser motivo de reflexión tanto para la Junta de Andalucía como para las administraciones. Fomentar la atracción de inversiones, impulsar el emprendimiento entre egresados, crear sinergias entre universidad y empresa, y apostar por sectores de futuro son estrategias urgentes si se quiere evitar que la Universidad de Almería se convierta en una mera lanzadera de talento hacia otras comunidades.
En definitiva, el informe del IECA no solo ofrece una radiografía del lugar de trabajo de los egresados andaluces. También actúa como un termómetro de las oportunidades que ofrece cada territorio, y en el caso de Almería, el diagnóstico invita a actuar con decisión. Porque formar a jóvenes para que se marchen no es, desde luego, el mejor modelo de desarrollo.