Cansado de seguir escribiendo sobre el agua, de que los políticos se quejen, cuando en los últimos cincuenta años poco han hecho para apagar la sed de estas tierras. Los almerienses vienen padeciendo esa necesidad desde tiempos inmemoriales. En los ojos de mi infancia aún se encuentra el bidón de uralita en el terrao, que atesoraba el agua que llegaba a ciertas horas, casi siempre de noche, para el servicio diario de la casa. Era una bendición oír el ruido que producía el agua al caer en la uralita, como triste era no escucharla, y que los grifos solo nos escupieran necesidad.
Desaparecieron de nuestras carreteras, por aquello de las autovías, pero en las viejas nacionales, algún árbol seguirá exigiendo, como hacía en los años cincuenta del pasado siglo: más agua, más agua. La falta, la necesidad de agua no es algo que se haya producido de la noche a la mañana en nuestra provincia. Es ese mal endémico que tiene esta tierra, y que la ha venido sumiendo durante lustros y décadas en el pozo del subdesarrollo.
Es hermoso el desierto de Tabernas, decimos con cierto orgullo, pero cuando llegas a esas zonas de España donde el agua corre por cauces y ríos, sientes una envidia, sana, pero envidia. Si viajas con los Rives de Laujar, y en esa excursión te ha tocado un vecino de La Mojonera o El Ejido, notas en sus ojos el brillo cuando ven esas aguas que corren río abajo, buscando la desembocadura en el mar.
En estos días grita el consejero de agricultura y pesca, Ramón Fernández-Pacheco, que, si se recorta el trasvase del Tajo al Segura, perdemos la mitad del agua que llega al levante. Y así es. Es extraño que eso se diga en un momento como el que vivimos, cuando ha llovido en medio país, más de lo que nunca lo había hecho en pasados años. Por eso no entendemos que se quiera recortar el trasvase, por eso me parece que hace bien el consejero en gritar por la defensa de ese bien que ha logrado en estos últimos años que a Almería se la conozca fuera de nuestras fronteras, y que nos hayamos olvidado de aquellas tres famosas cosechas de las que se hablaba por estas tierras: Mocos, esparto y legañas, de infausto recuerdo.
Lo que no entiendo son los gritos de hoy, cuando no se levantaron hace años. No vamos a entrar de nuevo en la insultante política hídrica del Psoe para el levante español, y por ende el nuestro, desde que Zp llegó al poder, pero hubo casi ocho años de Mariano Rajoy, se acuerdan. Se pudo recuperar, o por lo menos intentar poner en marcha de nuevo el PHN, pero se guardó silencio, y tras ese silencio de los políticos se iban perdiendo las esperanzas de que algún día esta tierra de hermosos desiertos dejara de sentir envidia, cuando ve como las aguas de los ríos bajan alegres, saltarinas, buscando una salida. Mucho me temo que los gritos de Ramón se queden en el desierto en el que nos viene convirtiendo la gobernanza de Pedro Sánchez, hijo político de aquel Zp. Siga gritando, pero un poco más fuerte, consejero, intente recuperar los años perdidos de sus compañeros, comenzando por Rajoy.