Confieso que, a pesar de los años que uno acumula bregando en esto del periodismo, hay cosas que no dejan de sorprenderle. O quizá, para ser más exactos, de asombrarle por la reincidencia y el desparpajo con el que se repiten. Una de ellas es la inagotable capacidad que exhiben nuestros representantes políticos para intentar, con un afán digno de mejor causa, confundir a la ciudadanía.
Y digo con un afán digno de mejor causa porque si dedicaran la mitad de esa energía y ese talento comunicativo –por llamarlo de alguna manera– a solucionar los problemas reales de la gente o a ejecutar los proyectos que prometen, probablemente todos estaríamos mucho mejor y, lo que es más importante, con las infraestructuras y servicios que nos corresponden en tiempo y forma.
La última dosis de este asombro nos la ha proporcionado esta misma semana el subdelegado del Gobierno central en Almería, José María Martín, al asegurar con toda convicción que el AVE (sí, el AVE) llegará a Almería, o mejor dicho, que las obras del AVE terminarán en Almería "dentro de los plazos previstos".
Claro, la duda surge de inmediato: ¿cuáles son esos plazos previstos? Porque si algo ha caracterizado el proyecto de la alta velocidad en nuestra provincia, además de décadas de historia y promesas incumplidas, es precisamente la volatilidad de sus cronogramas.
Como vamos a abundar en la gestión socialista, avancemos que quienes estén libres de pecado, tiren la primera piedra. Me refiero a la acumulación de retrasos del anunciado pabellón de deportes de Costacabana, el de Jairán... tras la espantá de sus concesionarios, ha dado tiempo a que el alcalde de entonces, Ramón Fernández Pacheco, presentara el proyecto, dejara el cargo al ser nombrado consejero del Gobierno andaluz, le sustituyera María del Mar Vázquez, hubiese elecciones municipales que ganó ella, y autonómicas que le confirmó a él... y ahí sigue, cayéndose a pedazos, saqueado... en fin... en los plazos previstos.
Pongamos dos ejemplos recientes, ambos con el subdelegado como protagonista. El primero, la pasarela peatonal sobre el río Andarax, esa infraestructura que debería unir los paseos marítimos del Zapillo y la Ribera y que es una vieja aspiración ciudadana. Allá por 2022, el subdelegado lució optimismo al anunciar que el diseño estaría listo en 2023 y las obras comenzarían en 2024. Pues bien, aquí estamos, acercándonos a mediados de ¡2025!, y lo que nos cuenta el Gobierno es que el proyecto está en "fase de evaluación técnica" y necesita un "análisis multicriterio". Se figuren ustedes lo que eso significa. Lo cierto es que, a punto de entrar en la segunda mitad de 2025, el proyecto ni siquiera está aprobado definitivamente, cuando según aquellos "plazos previstos" ya debería estar, si no terminada, al menos en ejecución avanzada.
Pero volvamos al AVE, porque lo del subdelegado insistiendo en "los plazos previstos" tiene, si cabe, más miga. No hace falta remontarse a los albores de la alta velocidad en España para hablar de este proyecto que acumula, sin exagerar, décadas de espera en Almería. Fijémonos en algo más cercano. En agosto de 2022, el entonces y actual ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, se paseó por Almería para confirmarnos que las obras estarían terminadas en 2026 y que, atención, ¡nos podríamos subir al AVE ese mismo año! Y lo decía sin rubor, obviando que en aquel momento ya existían contratos en marcha cuyos plazos de ejecución aumentaban la previsión inicial entre quince y treinta y seis meses.
Pero el colmo de la elocuencia sobre qué significan "los plazos previstos" en la boca del subdelegado José María Martín lo encontramos en los contratos más recientes. Esta misma semana hemos sabido de la licitación de un contrato para una consultoría técnica que se desarrollará a lo largo de diecisiete meses. Y, ojo, el último gran contrato de suministro, el de las traviesas (piezas fundamentales donde se apoya la vía), tiene un plazo de entrega de ¡treinta y seis meses!, es decir, tres años.
Si echamos cuentas, un suministro que dura tres años (hasta mediados de 2028 si se firmó ahora), una consultoría de 17 meses (que nos mete en 2026, si no más allá), y la necesidad posterior de instalar vías, electrificar, señalizar, hacer pruebas y homologaciones... decir que las obras se terminarán y que podremos subirnos al tren en 2026, tal como prometió Bolaños, o incluso en 2027, como sugirió el ministro de Transportes, Óscar Puente, al hablar de la llegada del AVE "en esta legislatura", parece, por usar las palabras del usuario, "materialmente imposible".
Incluso en el mejor de los escenarios posibles, a finales de 2026 lo más probable es que aún se estén suministrando traviesas o, si ya están, se esté en las primeras fases de instalación de vía. Habrá que electrificar, algo que no se hace de la noche a la mañana, poner la señalización y los sistemas de seguridad, y después, el proceso de pruebas y homologación, que no es precisamente un trámite rápido.
Pero vamos a más. El jueves pasado publicamos que de las seis fases del soterramiento, vamos por la segunda... adjudicada en julio de 2023 y que nos contaron que tenía un plazo de once meses y pico, y hete aquí que hemos descubierto que su plazo real es de 36, por lo que no estará terminada hasta julio de 2026. Vale, pero es que entonces quedarán la 3, la 4 y la 5... que suman ¡más de 56 meses! (la 6 no cuenta porque no tiene plazos). Claro... en los plazos previstos.
Parece una evidencia, y la experiencia así lo confirma, que los plazos para algunos políticos son, efectivamente, elásticos. Lo que tenía que estar en 2023 se diluye hasta 2026, y lo que se prometió para 2026 se extiende hasta 2027 o, quién sabe, vete tú a saber cuándo. Mientras tanto, aquí seguimos, esperando en la estación de las promesas, atónitos, preguntándonos si algún día esa energía gastada en la contorsionismo verbal se invertirá, simplemente, en cumplir. Y en hacerlo, ya saben, "en los plazos previstos". Los de verdad.