He de reconocer lo divertido que puede ser un proceso de primarias en cualquier partido político; especialmente si se trata del sanchismo o de la extrema izquierda. Aquí, en Almería, también existe el sanchismo y eso ya se nota.
Fernando Martínez ha sido el muñidor de una candidatura de escaso éxito y respaldo por parte de la militancia y de una buena parte del grupo municipal socialista. Fernando Martínez es uno de esos personajes empalagosos, trepadores y egocéntricos que, junto a Pedro Sánchez, comparte muchos rasgos de prepotencia, desparpajo y revanchismo. Fernando Martínez es un gran hater de la disidencia. Jamás pudo existir tanto tino para hacer caer en manos de un fundamentalista ideológico el arma de la manipulación y la perversión de la memoria histórica.
El problema de Colomina, que a mí me suena como un tal “Juanfri” (Cosas de la Pasarella
Gilipó), es su evidente contaminación sanchista y su dependencia de Fernando Martínez, muy conocido en la ciudad como el peor alcalde de la historia almeriense. Fernando Martínez jamás podrá cambiar la reciente e indeleble historia de Almería, que como todos los de cierta edad sabemos, fue el alcalde que dejó el ayuntamiento en quiebra; sin dinero para afrontar la nómina mensual de los funcionarios municipales. Este fue el “regalo” que dejó Fernando Martínez al nuevo alcalde, Juan Megino, quien tuvo que buscar financiación (préstamo) para poder pagar la mensualidad de los trabajadores del Ayuntamiento de Almería.
Fernando, como otros apostantes, tenía serios problemas con Susana Díaz, asunto que ya le venía de familia, pues su hermana Cándida y él mismo no simpatizaban con la dirigente andaluza que, con razón, no confiaba en políticos que la estaban traicionando con notables muestras de desprecio intelectual hacia la que sería Susana “Superstar”. Así, cuando Pedro Sánchez quedó excluido y apartado por su propio partido, no obstante, encontró una serie de apoyos locales, que en ningún caso eran sinceros. Los que apostaron por Pedro eran, en general, material amortizado. Apoyar a Pedro Sánchez era una apuesta al todo o nada.
Pedro Sánchez quedó abatido y apartado, pero no muerto y enterrado. En todo momento Fernando Martínez abanderó el apoyo al derrotado Pedro Sánchez desde Almería; y ahí estaban, entre otros, celebridades de la talla de Indalecio Gutiérrez. Y, de la misma especie, están los ocupantes del Peugeot itinerante: Koldo, Santos Cerdán y Ábalos.
Una vez Pedro levanta cabeza, se celebra el certamen de premiación. Fernando Martínez obtiene su secretaría de Estado para la manipulación de la memoria, y no digamos de los Ábalos, Santos, Koldo, Bolaños, Puente, López y compañía: magníficos ejemplares que, desde la inminente indigencia política, pasan a ser estrellas -y algún estrellado- bajo el manto del sanchismo que estaba por llegar.
Antonio Ruano ha tenido mucha suerte al enfrentarse a un rival que nadie quería y que estaba trufado del más de lo mismo de Fernando Martínez y sus validos. Ruano, como buen oportunista, estaba al salto. Siempre ha esperado el momento propicio que, en su caso, lo ha fundamentado en la penosa exhibición de sus extraordinarias y presuntuosas cualidades frente a la debilidad política e intelectual de sus compañeros y compañeras, concejales y concejalas y dirigentes y dirigentas.
A Ruano creo conocerle en algunos aspectos, que en política son muy valiosos. Me pidió el favor de participar en La Tertulia de InteralmeriaTV al verse orillado por los dirigentes locales del PSOE. Muy a pesar del esfuerzo realizado en otros medios de comunicación audiovisuales, para los que Ruano se cree un crack, vio que no obtenía la relevancia que perseguía. Siempre se sentía, y así lo decía sin pudor, muy por encima de la media de sabiduría, capacidad y carisma de los y las de su entorno. Así, tras un periodo de permanencia en La Tertulia, donde dijo lo que quería decir sin ningún tipo de limitaciones y con toda libertad -si tiene alguna objeción a esto, le reto a que lo desmienta-, obtuvo un esbozo de notoriedad que le valió una concejalía en Gérgal; población donde, seguro, se le añora con desconsolada emoción.
Después llegó, sin motivo alguno, la respuesta: odio y persecución. De ahí que yo proclame a los cuatro vientos: ¡nunca ayudes a politiquillo precisado y menesteroso! Sólo vale la ayuda cuando, como en el caso de Sánchez, te vas a poner a su servicio y bajo su mando… hasta que llegue el momento de asestar el golpe del oportunista.