En la noche del pasado domingo, la portavoz del grupo municipal socialista en el Ayuntamiento de Almería, Adriana Valverde, anunció su retirada de la portavocía, un cargo que ha ostentado desde 2018. Una carta a los afiliados publicada en X fue el vehículo para comunicar una decisión que, si bien puede parecer repentina, no llega con excesiva sorpresa. Valverde se mantiene en el grupo municipal, es decir, no renuncia a su acta de concejal.
O bueno... sí, igual sí fue por sorpresa... o no... o sí... no sé... Es que el lunes, Fátima Herrera se presentaba ante los medios de comunicación como nueva portavoz, y aseguraba que la decisión se había adoptado el pasado viernes, pero claro, si fue así ¿por qué Valverde esperó hasta pasadas las 22:00 horas del domingo para comunicarla?
También el hecho de que la propia Valverde no se presentara en la rueda de prensa para hacer una especie de traspaso de cartera, y que tampoco estuviese ninguno de los concejales que han estado alineados con Antonio Ruano en la contienda por la secretaría general municipal, dejó en evidencia que el partido está partido. Que sigue partido.
Esta dimisión de Valverde se produce en un momento clave: la elección de Juan Francisco Colomina como nuevo secretario general municipal. Colombina, ajeno al grupo municipal y sin rol de asesor en el mismo, por tanto, alejado institucionalmente de éste, emerge como la nueva figura de poder, lo que hace inevitable que la salida de Valverde se interprete como el pistoletazo de salida para una necesaria renovación. Se venía especulando desde hacía tiempo que ella no sería la próxima candidata del PSOE a la alcaldía, y este paso atrás era, más pronto que tarde, una cuestión de tiempo para evidenciar ese cambio de ciclo, que no parece ni tranquilo ni pactado.
La situación, sin embargo, no es tan sencilla como parece. En un partido donde las primarias son la norma, la coexistencia de un secretario general fuerte -o al menos esa es la pretensión, aunque el resultado de la votación refleja que una brecha- como Colomina, una portavoz definida en el grupo municipal y la futura contienda por la candidatura a la alcaldía, promete un escenario confuso. Aunque queda tiempo, la aspiración de Colomina a ser el candidato a la alcaldía parece evidente, pero cuando uno o una le coge el gustillo al mando en plaza, la cosa se complica, por lo que habrá que ver si Fátima Herrera es un "tente mientras cobro", algo de transición, o si aspirará a la "nominación" en competición con Colomina, o si ambos ya han pactado. La incógnita -bueno, ya ven, son muchas- reside en cómo se articulará la relación entre el grupo municipal y la nueva secretaría, una subordinación que se da por sentada solo si Colomina asume finalmente el liderazgo de la candidatura. Las primarias, insistimos, tienen la última palabra, y en la agrupación municipal, las primarias la carga el Diablo.
Los años de Adriana Valverde al frente del grupo municipal no han sido precisamente un camino de rosas. Sus dos victorias en primarias, primero frente a Juan Carlos Pérez Navas y luego ante Carmen Aguilar, estuvieron siempre bajo la sombra de la manipulación y la especulación sobre la compra de votos, cuando no de un mal recuento, como cuando los votos de las dos candidatas sumados era una cifra distinta al total de votantes. Las afiliaciones masivas y sorprendentes en volumen suficiente para alterar los resultados, han sido una constante. Además, Valverde experimentó una pérdida de apoyo dentro de la militancia, obteniendo menos votos en sus segundas primarias que en las primeras. Este declive interno, unido a su inquebrantable apoyo a Indalecio Gutiérrez, cuyo nombre apareció manchado en la presunta trama de corrupción del "caso Tito Berni", minaron aún más su credibilidad.
Más allá de las controversias internas, el paso de Adriana Valverde por el Ayuntamiento ha sido, francamente, mejorable. El número de concejales obtenidos por el PSOE en las elecciones municipales durante su liderazgo también disminuyó, evidenciando una desconexión con el electorado. En el día a día municipal, los temas más espinosos y complejos recayeron en otros concejales, mientras que Valverde se reservaba para asuntos más sencillos o mociones más planas.
Su política de comunicación ha sido otro de los puntos flacos de su gestión. Las entrevistas han sido contadas con los dedos de una mano, limitándose casi exclusivamente a la televisión municipal. Fuera de las ruedas de prensa, donde podía controlar el discurso, su reticencia a someterse a entrevistas abiertas ha sido notable, mostrando una falta de arrojo para abordar cualquier asunto. También ha limitado a sus concejales en ese sentido, probablemente por miedo a perder un liderazgo que nunca ha tenido.
La principal crítica de Valverde al gobierno municipal ha sido la permanencia del PP durante 20 años. Sin embargo, cabe preguntarse si el PSOE lo ha hecho tan mal que no solo no logra ganar elecciones, sino que además obtiene peores resultados en cada cita con las urnas. Un dato demoledor: en las últimas elecciones europeas, el Partido Socialista obtuvo más votos en la capital de los que había logrado Adriana Valverde como candidata a la alcaldía. Un castigo claro y directo, que evidencia que la apuesta por Valverde ha sido un fracaso para el PSOE almeriense.
Ahora, con la jubilación laboral de Valverde coincidente con su abandono de la portavocía, se abre la posibilidad de un rearme en el grupo municipal socialista y en el propio PSOE de Almería capital. El objetivo es claro: mejorar los resultados de cara a las próximas municipales y, quizás, encontrar finalmente un liderazgo que conecte con la ciudadanía.
¿Será capaz el PSOE de Almería de aprovechar esta nueva etapa para construir un proyecto sólido y competitivo, o las tensiones internas y la sombra de las primarias seguirán lastrando su futuro?