www.noticiasdealmeria.com
Odio patrocinado

Odio patrocinado

Por Rafael M. Martos
x
directornoticiasdealmeriacom/8/8/26
https://www.noticiasdealmeria.com
lunes 14 de julio de 2025, 06:00h
Add to Flipboard Magazine. Compartir en Meneame

Escucha la noticia

Lo que está ocurriendo en Torre Pacheco no es nuevo. Lamentablemente, ya lo hemos vivido. Lo vimos, lo sufrimos y lo denunciamos hace más de dos décadas, en el año 2000, cuando El Ejido —esta ciudad a la que tan vinculado estoy— se convirtió durante varios días en el epicentro de una caza indiscriminada contra personas inmigrantes tras el asesinato de una joven vecina. Lo de ahora es otro crimen, otra víctima, otra localidad… pero el patrón es el mismo: un hecho terrible que se instrumentaliza para desatar el odio. Y eso, ni es justicia ni es democracia. Es barbarie.

Esta vez ha sido la agresión brutal a un anciano en Torre Pacheco. Una paliza sin sentido, probablemente grabada para alimentar algún repulsivo “reto viral” en redes sociales. La víctima, Domingo, de 68 años, terminó ingresado con graves lesiones. Hasta ahí, todos de acuerdo: el rechazo absoluto a la violencia. Quien la haya cometido, que pague. Punto. Pero lo que vino después ya no es justicia, sino cacería.

Porque no se trata solo de encontrar al culpable, sino de a quién se quiere culpabilizar. Y ahí es donde la historia empieza a rimar peligrosamente con El Ejido. Lo que debería haber sido una concentración ciudadana para condenar un hecho deleznable, derivó en proclamas racistas, bulos en redes sociales, agresiones verbales y amenazas. Otra vez el viejo y tóxico discurso: “los inmigrantes son el problema”. O los gitanos ¿o nos acordamos de los sucesos de Martos, antes de que hubiese tantos inmigrantes? Pues eso, todos los gitanos debían pagar por lo que habían hecho algunos, y ahora todos los inmigrantes deben pagar por lo que -por ahora supuestamente- han hecho algunos de ellos.

Y claro, algunos ya tenían las imágenes listas. Fotografías de supuestos agresores circulando por WhatsApp, señalando sin pruebas, difundiendo rostros que ni siquiera han sido identificados por la víctima ni confirmados por la Guardia Civil. Tal cual pasó en 2000, cuando en El Ejido se extendió como la pólvora que “había sido un moro” y eso bastó para desatar una oleada de violencia callejera, con comercios destrozados, viviendas quemadas y personas perseguidas por el simple hecho de tener la piel más oscura.

Veinticinco años después, no hemos aprendido nada. Otra vez los bulos, otra vez la gente creyendo lo que le llega por redes, otra vez políticos de ultraderecha azuzando la hoguera del odio como si no hubieran muerto ya demasiadas personas por culpa de discursos irresponsables.

A mí, todo esto también me recuerda al caso del pequeño Gabriel Cruz. ¿Recuerdas aquel mensaje falso que circulaba y que se atribuía al padre, quien decía que se lo había llevado “un moro en una furgoneta blanca”? Ficción pura, pero bastó para que algunos se lanzaran a buscar culpables entre los inmigrantes, mientras la realidad era otra: lo mató la pareja del padre. Ni el mensaje era del padre, ni había ningún "moro", ni había ninguna furgoneta.

Pero qué más da la verdad cuando ya has activado la maquinaria del miedo. Porque esto va así: si el agresor es marroquí, la culpa es de todos y cada uno de los marroquíes, y por extensión de todos los inmigrantes. Si es extranjero el delincuente, el delito es colectivo. Si es español, la culpa no es de los españoles sino de ese español concreto.

Lo grave no es solo que se cometan delitos —los delitos se persiguen, se juzgan y se condenan— sino que haya quien los utilice como pretexto para criminalizar a todo un colectivo... ahora inmigrantes, antes gitanos, antes rojos... antes judíos, antes moricos... ¿Qué tiene que ver el tendero de la esquina, el chico que limpia invernaderos o la señora que cuida ancianos con el salvaje que ha pegado a un hombre mayor? Nada. Absolutamente nada. Lo mismo que tú o yo no tenemos que ver con los asesinos que comparten nuestro DNI, como "El Chicle", los de la Manada, el de Mariluz, el de Sandra Palo, los de Marta del Castillo...

Pero hay quien necesita culpables fáciles. Alguien a quien odiar sin tener que pensar. Alguien a quien señalar desde el sofá, el móvil o la barra del bar. Y si puede ser alguien que no vote, que no tenga papeles o que no pueda defenderse, mejor.

Mientras tanto, la ultraderecha sigue jugando al doble juego: defender “el orden y la ley” mientras se los saltan a la torera. Porque si de verdad respetaran el orden y la ley, lo que harían sería exigir una investigación rigurosa, esperar a que se identifique al culpable y que se le aplique la justicia. Sin atajos. Sin linchamientos. Sin cazas.

Lo que necesitamos no es más odio, sino más ley. Más justicia. Más medios humanos y materiales para las fuerzas y cuerpos de seguridad. Porque el peligro no está solo en quien comete el crimen, sino también en quien aprovecha ese crimen para extender el veneno. Y ya sabemos cómo acaba eso. En El Ejido lo vimos. Y dolió. Y da miedo pensar que lo vamos a volver a ver.

Rafael M. Martos

Editor de Noticias de Almería

Periodista. Autor de "No les va a gustar", "Palomares en los papeles secretos EEUU", "Bandera de la infamia", "Más allá del cementerio azul", "Covid19: Diario del confinamiento" y "Por Andalucía Libre: La postverdad construida sobre la lucha por la autonomía andaluza". Y también de las novelas "Todo por la patria", "Una bala en el faro" y "El río que mueve Andorra"