La música se ha convertido en el refugio y la guía vital de Ara Malikian, un virtuoso violinista de ascendencia armenia y origen libanés. Este viernes, a partir de las 21 horas, el aclamado artista se presentará en el Teatro Auditorio de Roquetas de Mar. Desde hace días, no quedan entradas disponibles.
Originario de Beirut y con el año 1968 como su fecha de nacimiento, su infancia estuvo marcada por la guerra civil libanesa, lo que le llevó a encontrar consuelo en la música mientras se dedicaba a estudiar en sótanos y refugios antiaéreos. A pesar de las dificultades, su talento natural destacó intensamente, encantando a quienes lo rodeaban.
La trayectoria de Ara Malikian ha experimentado un crecimiento impresionante. A los 15 años, realizó la grabación de su primer álbum en España y, desde ese momento, ha trabajado junto a reconocidos artistas en importantes escenarios como el Teatro Real de Madrid, el Royal Albert Hall en Londres y Luna Park en Argentina, entre otros. Su estilo distintivo, que combina diferentes géneros musicales con una sensibilidad excepcional, lo ha establecido como uno de los violinistas más admirados a nivel mundial.
“En el Líbano, mi origen armenio me hacía sentir que no era lo suficientemente ‘libanés’; por otro lado, los armenios no me aceptaban del todo como ‘armenio’ debido a que había nacido en Líbano. Al llegar a Europa, tampoco me consideraban ‘europeo’ porque no había venido al mundo allí. Aceptar mi condición de eterno ‘intruso’ y encontrar la paz con mi identidad multicultural me llevó años”, señala.
La relación que tengo con la música también se vio influenciada por esta experiencia. Al interpretar obras de Bach o Mozart en cada concierto, así como al improvisar en géneros variados como el jazz, el gipsy, el flamenco o el tango, la sensación de ser un “intruso” se hacía más intensa. “Cada nota resonaba con la nostalgia de un hogar que no existía, un lugar en el que no terminaba de encajar”, explica.
La oportunidad de explorar y disfrutar de músicas y culturas fascinantes, que eran ajenas a mi propia tradición, me fue brindada por esta condición de “intruso”. No buscaba adaptarme a esos estilos; mi objetivo era aportar mi voz, la del violín, junto con mi visión única de la música, sin disculparme por ser diferente. En cada nota y en cada improvisación, intentaba transmitir la riqueza de mi experiencia multicultural, fusionando diversas tradiciones en un sonido personal y singular.