Mira que el pueblo más joven de la provincia, cumpliendo sus diez años como municipio, se ha puesto las pilas para acogernos. Ya lo decía mi abuela Carmela cuando me enseñó a hacer el pucherico de invierno: "Hija, las cosas pequeñas, si se hacen con corazón, parecen grandes banquetes". Pues Balanegra ha preparado un banquete de emociones.
El plato fuerte, por supuesto, la entrega de las Medallas. Ver a Juan y Medio, nuestro Juan y Medio de Lúcar, recibir la Medalla de Oro y soltar ese discurso tan de la tierra, tan campechano y a la vez tan reivindicativo, es para enmarcarlo. Cuando dijo aquello de "qué orgullo ser legañosos y no delincuentes", me levanté y aplaudí tan fuerte que pensé que la tapa de mi móvil iba a salir volando. Y es que tiene más razón que un santo: somos gente humilde, curranta y que se va al fin del mundo antes que hacer un mal.
Pero lo bonito de esta fiesta no es solo el acto solemne, no. Es lo que ha montado la Diputación alrededor: una jornada de convivencia con sabor a sur... porque basta salir un poco de esta tierra para ver que esos bailes y esos trajes "tan de aquí" son similares a los de otras zonas de Andalucía, pero oye, ahora estamos aquí y festejamos Almería.
¡Madre mía, qué perdición! No puedo salir de casa sin llevarme media despensa a cuestas. Me he agenciado un par de botes de aceite virgen extra que dan gloria y un queso de cabra que ya está pidiendo pan de la panadería de Las Tiendas.
Las migas son un clásico que nunca falla aunque no llueva. Ver a tanta gente compartiendo plato, folclore, flamenco... Es que Almería es eso, la mezcla de mar y campo, de tradición y de jóvenes talentos como RVFV (Medalla de la Cultura, ¡y con razón!).
Allí coincidí con mis primos los de la Alpujarra y estuvimos más de una hora poniéndonos al día. Mi tía Antonia me recordó que de pequeña yo me comía hasta las olivas del guiso. Se ríen de mí, pero el gazpacho de mi abuela es que crea adicción.
Balanegra, además, estrenando edificios eficientes y vestida de punta en blanco, demostró que da igual si eres grande o pequeño: lo importante es el alma.
Me vuelvo a la capital con una sonrisa de oreja a oreja y con el convencimiento de que el "almeriensismo" no es una palabra rimbombante, es lo que se vive en Balanegra: gente que se esfuerza, que presume de lo suyo sin complejos y que siempre tiene un plato de migas para compartir.
¡Por muchos más Días de la Provincia así! Y por ver cómo nuestra tierra sigue dando a luz a referentes que nos hacen sentir gigantes.