Suzanne

Suzanne te hace bajar a su refugio junto al río. Puedes oír cómo pasan los barcos. Puedes pasar la noche junto a ella y sabes que está medio loca, pero por eso quieres estar allí.

Como en la vieja canción de Leonard Cohen, cuando Suzanne aún se llamaba José Antonio Griñán, te ofreció té y naranjas que venían desde China o desde vaya usted a saber dónde. Y justo cuando ibas a decirle que no tenías amor para darle, te cogió y meció en sus brazos dejando que el río contestara que siempre habías sido su amante al tiempo que ayudaba a que tus deudas te fueran perdonadas.
Y quisiste viajar con ella a ciegas. Sabías que podías confiar en ella porque había tocado tu perfecto cuerpo con su mente.
Pero Suzanne ya no quiere tu mano ni conducirte hacia el río. El sol de las encuestas cae como la miel y ella quiere seguir vistiendo pieles y harapos sacados de la ventanilla del Ejército de Salvación,
Suzanne, nuestra dama de la bahía, te enseña que has de mirar entre la basura y las flores. Te dirá que hay héroes entre las algas y niños en la mañana a los que abrazar con amor fingido ante las cámaras. Y será así mientras Suzanne sostenga el espejo.

Ya no quieres viajar con ella. Ya no quieres viajar a ciegas. Ya sabes que Suzanne no es de fiar porque ella ha tocado los atributos colgantes de tu cuerpo perfecto. Y no precisamente con su mente.

Cuando caminaba sobre las aguas, pasó mucho tiempo observando desde su solitaria torre de madera y cuando conoció los resultados de las elecciones griegas, en las que el partido socialista prácticamente ha desaparecido devorado por la nueva izquierda, supo con certeza que sólo los ahogados podrían verla.

Dijo: "No puedo presentar ningún balance positivo a los electores. Tras treinta y tres años de gobiernos socialistas, Andalucía sigue a la cola de todos los indicadores positivos y encabezando los negativos. Lo importante es obtener el poder y, para eso, he de apurar la posibilidad de presentar una victoria, por pírrica que sea. Así, tal vez pueda evitar salir del gobierno en Andalucía y mantener e, incluso, ganar algún que otro ayuntamiento".
Pero preferir la opción de convocar unas elecciones, que quizás debieron ser convocadas para evitar que Suzanne hubiese sido elegida a dedo, con el único motivo de evitar que la organización e implantación de la nueva izquierda hubiera barrido a su centenario y, como todos, prescindible partido mucho antes de que el cielo se abra, esa jugada que Suzanne cree maestra, tal vez sea el principio de su fin, porque ya nadie quiere viajar con ella. Ya nadie quiere viajar a ciegas y sabe que nadie podrá confiar en ella porque todos han tocado su cuerpo. Y no sólo con la mente.