El reloj de la suerte
miércoles 20 de mayo de 2015, 20:41h
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Cuando suena una alarma, yo siempre me acuerdo de Manolo Tena. Alarma fue una de esas bandas de los 80 que nacieron, crecieron, se multiplicaron y disolvieron con menos gloria de la merecida.
Manolo vivía en Lavapiés y ya había liderado grupos como Spoonfull o Cucharada. Fascinado por unos entonces emergentes Police, se embarcó junto a Jaime Asúa y José Manuel Díez en un nuevo proyecto que comenzó llamando FBI y terminó, influido por los también británicos The Alarm, siendo Alarma.
El primer concierto lo dieron como teloneros de Leño y en su última gira acompañaban el Rock en el ruedo de Miguel Ríos.
Autores de dos discos, Alarma!!! y En el lado oscuro, sus canciones más conocidas lo fueron en la voz de otros, como Marilyn interpretada por Ana Belén o Frío por Los Secretos de los hermanos Urquijo.
Ahora, cuando estamos a puto de volver a votar, esta vez sobre qué partidos han de disponer quiénes gobernarán nuestros pueblos y ciudades, la presidenta de la Junta que prefirió serlo en funciones, entona la voz de alarma sobre las consecuencias del desgobierno regional sobre los ciudadanos.
Y uno se asoma a la calle cuando van a cumplirse dos meses de las elecciones precipitadas por el tacticismo político de doña Susana y observa que, como cantara el padre de Enrique Iglesias, la vida sigue igual.
Así es. El Argar sigue abandonado a su suerte, inexorablemente erosionado, el Cortijo del Fraile continúa transformándose en montón de escombros, la Alcazaba desmoronándose según lo previsible, la sanidad pública andaluza cada vez más privada, la autovía del Almanzora sin concluir, el Museo Casa Ibáñez sin acceso desde la carretera que pasa por su puerta, con menos derechos que una gasolinera, el desdoblamiento de la carretera Vera-Garrucha tan parado como estaba, la depuradora de Antas sin construir, el río Antas sin novedad…
Todo sigue exactamente igual que cuando doña Susana gobernaba antes de las elecciones precipitadas.
Pero, como en la canción de Manolo Tena, el reloj de la suerte marca su angustia y la de aquellos que tupen su red de soldados a sueldo designados a dedo de entre sus conmilitantes.
Su alma continúa vacía. Es el público y la única actriz. Las olas han roto su castillo de arena, la ceremonia de la desolación, y ahora es una extraña en el paraíso, un juguete de la desilusión que está ardiendo y siente frío.
Grita nombres y nadie responde. Anda perdida en el camino de vuelta al hogar. Sabe que camina pero no hacia dónde. Busca el principio y sólo encuentra el final.
Termina el sueño. Es sólo un delirio en medio de la confusión. No más que un verso equivocado mientras la muerte deja caer el telón.
Y, ahora, como Marilyn, Susana se siente sola y sabe que ya nadie la irá a buscar.
Presidente de Argaria, asociación cultural
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