El pleno extraordinario sobre el estado de la ciudad de Almería viene marcado por cinco intervenciones que han recogido qué visión tienen los distintos partidos políticos de la situación de la ciudad.
RAMÓN FERNANDEZ PACHECO
El alcalde de Almería construyó dos buenos discursos, pero el primero, en el que dibujó la situación de la ciudad, tuvo una constante que para algunos pudo ser un acierto, y para otros un error, y que se refiere su actitud en exceso a la defensiva.
Quienes seguramente le aconsejaron esa línea, lo hicieron para vaciar de contenido las intervenciones posteriores de la oposición, adelantando la respuesta a lo que ya intuía que le iban a reprochar, que no es mala estrategia oratoria, pero que ni sirve para explicar o justificar el trabajo realizado, ni sirve para ilusionar con el futuro. Estar tan a la defensiva en temas como si se trabaja o no, o si se tiene liderazgo o no, puede acabar volviéndose contra quien insiste en ello, algo así como el “dime de qué presumes y te diré de qué careces” o el clásico “excusatio non petita, accusatio manifesta”.
Entre los aciertos de su intervención estuvo el no entrar más de lo necesario en el enfrentamiento directo con el Junta de Andalucía, y es que si es obvio que esa administración mantiene contenciosos con el Ayuntamiento, si hubiera hecho de eso el eje central de sus palabras, hubiéramos visto un nuevo capítulo de la conocida serie “Y tú más”.
Es aquí donde cabe alabarle su continua apelación al diálogo –gesto reconocido por toda la oposición-, al tiempo que dejaba claro que quien gobierna la ciudad es él, y que no se le puede acusar de estar alejado de la realidad social almeriense, para lo que puso de testigos a sus zapatos.
Rafael Esteban, el portavoz de Izquierda Unida, le acusó de pintar una Almería paradisíaca… pero bueno, quizá Almería no sea un paraíso, pero tampoco es el infierno que él dibujo en su intervención.
RAFAEL ESTEBAN (Izquierda Unida)
El problema del portavoz de Izquierda Unida, Rafael Esteban, es que pinta una ciudad tan absolutamente catastrófica, en la que nada funciona, en la que todo está fatal, en la que no hay orden ni concierto… que resultan tan increíble como desconocidas sus alternativas. Sí, puso algunas sobre la mesa, pero en todo caso, ante la Almería que narraba, eran del todo insuficientes, ni a gotas de agua llegaban en el Sahel que nos convirtió. Por eso también ahí que tener cuidado para no pasarse.
Claro que hay cosas que no funcionan, algunas de ellas reconocidas por el alcalde, otras enumeradas por Ciudadanos, otras por el PSOE, y otras por ellos mismo, pero pasarse de frenada es tan malo como no frenar. Al final te estrellas, porque no se puede mezclar la categoría del gasto social, con la instalación de bancos “antimendigos” que es la anécdota.
MIGUEL CAZORLA (Ciudadanos)
El portavoz de Ciudadanos, Miguel Cazorla, era quien más difícil lo tenía. Por un lado debía hacer valer la capacidad de su grupo para influir en las políticas del gobierno municipal, pero a la vez debía marcar su propio territorio.
Lo que a Cazorla le facilitó el trabajo es que ni PSOE ni IU le echaron en cara su colaboración con el PP, que no se circunscribe a la investidura, sino también a la aprobación de dos presupuestos, y por tanto a las políticas que esos dos grupos criticaban.
Que el socialista Pérez Navas y Rafael Estaban desde IU le ignoraran, le vino bien para quedar en una posición relativamente cómoda, que es algo que ni tan siquiera el PP quiso romper a pesar de que les hiciera algunas acusaciones directas de deslealtad.
JUAN CARLOS PÉREZ NAVAS (PSOE)
El portavoz socialista supo aprovechar muy bien su tiempo, y logró lo que tenía claro que quería transmitir, que no es otra cosa que su capacidad para ser alternativa al actual equipo de Gobierno, hasta el punto de que presentó una batería de 35 medidas urgentes, en plan programa de gobierno.
Esto, además, lo logró por partida doble, ya que si él acabó su primera intervención con un rosario de iniciativas a las que anteponía “si yo fuera alcalde…” posteriormente el portavoz del Grupo Popular, Miguel Ángel Castellón, le otorgó ese papel al convertirle en el protagonista casi exclusivo de su propia intervención.
Estuvo hábil al no entrar al trapo de las acusaciones que el alcalde someramente, pero con más contundencia Castellón, hicieron al Gobierno andaluz. En demasiadas ocasiones, los concejales socialistas han aparecido como justificadores de acciones o decisiones que perjudicaban de modo clamoroso a Almería, cuando en privado reconocían las críticas. Pérez Navas ha preferido no fajarse ahí porque, esté o no de acuerdo, hacerlo habría significado entrar en el juego de la confrontación, y quien no juega no gana, pero tampoco pierde, y era más eficaz golpear en los incumplimientos del Gobierno central sin entrar a defender a nadie.
Dio el concejal un repaso por “casi” todos los temas de ciudad, y usó un tono moderado aunque incisivo y sin concesiones, y sólo superó esa raya cuando acusó al PP de estar “pasmados”, que si bien suena a insulto, su significado no es ni más ni menos que no enterarse de nada.
MIGUEL ÁNGEL CASTELLÓN (PP)
¿Cuánto tiempo lleva gobernando el PP en el Ayuntamiento de Almería? Según su portavoz, uno. Decir que el portavoz de la oposición socialista, o el de IU llevan 20 años en el Ayuntamiento, y que tienen pasado, y sostener su discurso en lo mucho que se ha trabajado en este año, no casa bien. Llegó a dar la impresión en ocasiones que el Grupo Popular no se hacía responsable de las políticas municipales llevadas a cabo en la última década y media, y ni tan siquiera de los primeros meses de la presente Corporación.
Castellón construyó un discurso de golpe constante a la Junta de Andalucía, pero el portavoz socialista no respondió a nada, lo que se nota que le descolocó, ya que cuando intervino por segunda vez –de nuevo tras Pérez Navas- tiró de una hemeroteca que se notaba preparada para contestarle si éste hubiera respondido.
Se notó que –como parecía absolutamente lógico- el alcalde y él jugaron a “poli bueno/poli malo”, el primero con un discurso en positivo y de futuro, y el otro fajador, de castigo.