Otra vez, como el Guadiana que aparece y desaparece, llega a Almería una de sus citas más esperadas: la Feria. Y con ella, un clásico que nunca defrauda: la polémica. Porque, ¿qué sería de nuestra fiesta mayor si no tuviéramos algo de lo que rajar en la barra del bar o en la reja del balcón? Como decía un sabio de la zona, "Almería sin sus cosillas no es Almería". Y este año, la tradición se ha cumplido a rajatabla.
Los que llevamos años viendo cómo se inaugura la feria, sabemos que hay un ritual ineludible. El color de las casetas de la noche, la ubicación de los ambigús, el cartel que anuncia la fiesta... siempre hay un “pero” en la punta de la lengua. Lo mismo da que el cartel sea una explosión de color o un diseño minimalista, siempre hay quien reclama algo más tradicional, tanto que por si ellos fuera, sería el mismo todos los años. Otras veces la polémica es la vestimenta. Y así, año tras año, la polémica va de la mano del olor a churro y a algodón de azúcar.
Pero este año la controversia ha subido un escalón, y no por el diseño del cartel o el color de las toldillas. La mecha se ha encendido con el Pregón de la Feria, por quién lo dio, y por dónde lo dio. El Ayuntamiento de Almería decidió, por primera vez, trasladar la lectura del tradicional discurso inaugural al corazón del recinto ferial, justo a los pies de la impresionante portada de luces. Y claro, la decisión ha dividido a la ciudad.
Por un lado, están los que aplauden la iniciativa. No se puede negar que la imagen del pregonero con la portada iluminada como telón de fondo es espectacular y moderna. Un reclamo visual que, visto desde el punto de vista del márketing, funciona y le da un aire renovado a la tradición. Una forma de acercar el inicio de la fiesta a donde realmente ocurre la magia, la feria de noche.
Pero por el otro, están los puristas, los guardianes de la tradición que ven en este cambio una traición a la historia de la capital almeriense. Para ellos, el único lugar posible para el pregón es la histórica Plaza de la Constitución, la Plaza Vieja, y el único balcón desde el que se debe leer es el de la Casa Consistorial. Argumentan que se pierde esa conexión con el pasado, con la historia de nuestra provincia. El Pregón es, o era, el pistoletazo de salida para los almerienses que bajan a la Plaza a escuchar las palabras que marcan el inicio de su fiesta.
Y también está la clave económica. Los hosteleros del centro hacían caja cuando el pregón terminaba y el gentío se quedaba por la zona gastando como si el primer y el último día de feria fuesen el mismo. Eso ahora desaparece, porque quien va al Ferial a escuchar el pregón, ya no regresa al centro.
Si somos sinceros, y sin entrar a opinar si la decisión es buena o mala, lo cierto es que la polémica es inherente a nuestra feria. Le da ese toque picante que la hace única. Y aunque la modernidad gane terreno, la nostalgia por lo de siempre, siempre tendrá su hueco en el corazón de los almerienses. Al final, lo que nos queda es la fiesta, las risas, el reencuentro con los amigos y el calor del verano. Y si para llegar a eso, necesitamos una pequeña dosis de polémica, pues bienvenida sea. Después de todo, de lo que se trata es de vivir la feria. Y de eso, en Almería, sabemos un rato.