El pasado 16 de mayo, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez Pérez-Castejón, nos regaló una metáfora económica que pasará a los anales de la épica —o de la ironía, según se mire—. Sentenció, sin pestañear, que "la economía española va como un cohete".
Desde Almería, donde cada día vemos despegar los productos de nuestra provincia hacia toda Europa, cabe preguntarse: ¿de qué combustible se alimenta ese cohete y, lo más importante, a dónde demonios nos lleva? Porque, si juzgamos por el coste de la vida, este cohete solo parece tener una dirección: hacia arriba. Y arrastra consigo, por supuesto, nuestros precios, mientras los ciudadanos de a pie nos quedamos anclados al suelo, mirando la estela con la cartera cada vez más ligera.
La Ley de la Gravedad de los Precios
El argumento del presidente, sustentado por la vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, y el ministro de Economía, Comercio y Empresa, Carlos Cuerpo, es que el crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) es robusto. De acuerdo. El Instituto Nacional de Estadística (INE) puede confirmar el crecimiento. Pero, ¿quién vive de la macroeconomía? Los almerienses vivimos del pan, del aceite, de la hipoteca y de la factura de la luz.
Y aquí es donde el cohete se convierte en un misil contra la cesta de la compra. Tomando datos oficiales del INE, la subida de precios en elementos básicos es innegable y, sobre todo, dolorosa:
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El huevo, un pilar de la dieta, ha escalado un 22%.
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La carne, un 17% más cara.
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El pan, básico en cualquier mesa, un 15%.
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El pollo, un 18%.
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La fruta, esa que tanto producimos en la provincia de Almería, un 20%.
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La leche, un asombroso 25%.
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Incluso un placer como el café cuesta un 19,4% más.
La media de la inflación en España, de hecho, se sitúa un 50% por encima de la media de la Unión Europea, según la misma fuente estadística. Esta no es una inflación para 'ricos'; es un castigo directo a la economía doméstica, a la capacidad de una familia de la Comunidad Autónoma de Andalucía de llenar la nevera y llegar a fin de mes.
El Ladrillo y la Desesperanza
Pero la cosa no termina en la mesa. Hablemos de techo. El problema de la vivienda en la provincia es crónico, pero hoy es mucho peor que hace diez años, cuando gobernaba el Partido Popular. Es una crisis estructural que ha explotado de nuevo con virulencia, haciendo que el acceso a un alquiler o a una hipoteca sea poco menos que un sueño para los jóvenes. No decimos que antes la situación fuera idílica, pero la escalada actual parece no tener freno.
El cohete también dispara la luz, el agua y los impuestos locales. La electricidad, un 18,7% más cara. Los vuelos internacionales suben un 10,5% y el transporte en tren un 17,9%. En la capital, ¿qué decir de la tasa de basura, que se incrementa en un 30,3%? Incluso la joyería, para quien aún pueda permitírsela, cuesta un 26,8% más.
¿Quién Recauda con el Cohete?
El giro de guion más irónico es que, mientras los ciudadanos se asfixian, el Estado español engorda. Esta inflación desbocada tiene un efecto perverso, pero muy rentable para el Gobierno: al subir los precios de los productos, también se disparan los ingresos por impuestos como el IVA. Cada subida de precio es un ingreso extra para las arcas públicas. Es la perfecta parábola del gobernante: el cohete que vacía la nevera del pueblo, llena la caja fuerte del Estado.
Finalmente, el argumento del Gobierno se choca con la realidad de la salud pública. Los alimentos que componen la dieta mediterránea —la de nuestra tierra, la de la huerta almeriense— tienen ahora un sobrecoste de hasta el 20% frente a los ultraprocesados. El incentivo económico, empujado por esta inflación de doble dígito, castiga la opción saludable y premia la opción barata y menos nutritiva.
Si esto es ir "como un cohete", la tripulación somos los almerienses, y el viaje consiste en un ascenso acelerado de los precios que nos deja sin oxígeno económico. Sánchez, debe aclarar qué entiende por "ir muy bien", porque para la inmensa mayoría de la provincia de Almería, este cohete solo ha logrado una cosa: hacer que el dinero valga mucho, muchísimo menos. Un cohete que sube, sí, pero con la ciudadanía debajo, aplastada por el peso de la factura.