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El caso de Eugenio y Olivia y las patrañas de la LIVG

Por Víctor Hernandez Bru
lunes 07 de noviembre de 2022, 15:45h

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Lo llevo diciendo mucho tiempo y nunca he tenido miedo, ni vergüenza, ni pudor en hablar claro sobre este asunto: jamás he tenido la más mínima duda de que quienes tienen que avergonzarse son quienes presentan denuncias falsas, quienes las alientan y quienes han convertido la lacra de la violencia, no ya ésta, sino cualquier violencia, en un ‘negociete’ político destinado a ganar votos con el consiguiente engaño a quienes se dejan engañar.

La violencia de hombres contra mujeres en el seno familiar no es nuevo: existe desde que existen las parejas y es intolerable. Sin embargo, en éste y en otros muchos países, la sociedad está hace tiempo judicial y policialmente pertrechada para luchar contra tal problema. Es más, tanto es así que lo estaba, antes de la llegada de la infame y anticonstitucional Ley Integral de Violencia de Género, que desde que ésta se implantó, no han dejado de crecer, y por tanto de empeorar, las cifras de la lacra en cuestión.

Eugenio es un tipo que, en mitad de una discusión con su pareja, un día es posible (yo no estaba allí y, por tanto, no lo sé) que le agarrase del brazo y que, en el zarandeo de la cuestión, alguno de los dos recibiese algún leve golpe sin la más mínima importancia.

La realidad legal de este país, hoy, es que si el que recibió el golpe, no tiene ningún derecho a reclamar absolutamente a nadie, mientras que si fue el que lo dio, incluso si no lo dio, estará obligado a demostrar su inocencia o, de lo contrario, recibirá una condena que, en su caso, es a nueve meses de prisión; repito, por una discusión en la que hubo un agarrón de brazo y un golpe leve en brazo y espalda.

Una vez más, repetiré que soy acérrimo y cerrado enemigo de la violencia, de todas las violencias, aunque entiendo perfectamente que hay situaciones de tensión en las que se pueden producir comportamientos desagradables, que desde luego no suponen violencia sino pérdida de control que no deben ir a más.

Me importa un carajo que alguien piense que con estas palabras estoy justificando la violencia. Pero un carajo muy gordo, porque ninguno de ésos que buscan los tres pies del gato, están a salvo de haber protagonizado ese tipo de momentos de tensión, incluso con sus mujeres. Si queréis podemos citar casos de altos cargos socialistas, como el esperpéntico impulsor de la propia Ley, Juan Fernando López Aguilar, condenado; o nuestro Sobalecio Gutiérrez Salinas, de cuyo caso de denuncia por violencia de género nunca más se supo.

Recibir una condena por haber protagonizado unos hechos que, de haberse acontecido justo al revés, de haber sido encarnados por la ahora supuesta víctima, no habrían llevado aparejada condena alguna, es algo muy grave, algo que descalifica rotundamente nuestro sistema judicial y social.

Pero hay algo aún más grave: el hecho de que alguien que ha de ser muy miserable, un perfecto hijo de mala madre sin duda, pueda pensar y defender que por ese tipo de conflictos, un hombre pueda perder sus derechos como padre, tenga que ser no sólo estigmatizado, sino incluso apartado de sus hijos.

Creo, y ojalá que el caso de Eugenio y de su pobre hija Olivia sea un punto de inflexión, que ha llegado el momento de que todos los que sabemos la basura que nos llevamos comiendo años, empecemos a levantar la voz con fuerza y revirtamos esta injusta y repugnante situación.

Víctor Hernandez Bru

Periodista, director de EsRadio Almeria y Radio Marca Almería