¡Alto ahí, almas cándidas y mentes calenturientas! No se me pongan ustedes ojipláticos ni esperen encontrar en estas líneas digitales imágenes subidas de tono de ese portentoso sujeto que la leyenda urbana, esa musa de lo inverosímil, coloca como logotipo no oficial de la popular red de mensajería. No, aquí no vamos a disertar sobre sus más que demandados –y seguramente hiperbólicos– atributos físicos. Hoy, el "negro" al que nos referimos es de otra índole, mucho más literaria y, si me apuran, infinitamente más maquiavélica.
Hablamos, cómo no, de esa figura anónima, ese escritor fantasma al que, con toda probabilidad y para salvaguardar la imagen impoluta de nuestros próceres, van a acabar atribuyendo la autoría de ese estupendo resumen, ese magnífico álbum de conversaciones de WhatsApp que ha visto la luz este pasado fin de semana gracias a las páginas del diario El Mundo. Unas charlas digitales que, de ser ciertas, nos dibujarían un panorama político interno donde la autocrítica brilla por su ausencia y la disidencia es menos bienvenida que un vegano en una barbacoa.
Imagínense la escena: el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y su entonces fiel escudero, secretario de organización y hoy figura en el ostracismo político, José Luis Ábalos, intercambiando pareceres. Pero claro, ¿quién iba a pensar que de esas teclas saldrían perlas como llamar "petardo" a un compañero de partido y presidente de comunidad autónoma (nos referimos, presuntamente, a Guillermo Fernández Vara, aunque el calificativo podría ser una oferta de grupo para otros barones díscolos como el aragonés Lambán)? No, eso no puede ser obra de un estadista. ¡Tiene que ser cosa del negro de WhatsApp!
Y la cosa no queda ahí. Según estas filtraciones, el mismo Pedro Sánchez, adalid del talante y la palabra, habría calificado de "vomitivas" las declaraciones de otro colega en una entrevista periodística en La Razón. Acto seguido, con la sutileza que caracteriza a los grandes estrategas (o a nuestro anónimo escritor, al negro, vamos), habría instado a su secretario de organización a que "les dé un toque", los "ponga firmes" y, en un alarde de lenguaje llano y directo que haría sonrojar al mismísimo Quevedo, les avise de que "dejen de tocar los cojones". ¡Qué prosa, qué vigor! Sin duda, obra de un "negro" con mucho carácter.
Pero esperen, que aún hay más. Un compañero de partido, ¡osado él!, le recuerda al presidente que en su día prometió no pactar con ciertos grupos, digamos, controvertidos. ¿La respuesta del líder, según estas transcripciones? Tildarlo de "impresentable". Uno se pregunta si el "negro de WhatsApp" no estará cobrando un plus por cada adjetivo descalificativo que logra colar en el guion.
Y como colofón, la joya de la corona: la gestión de las críticas a través de la chequera del Estado. Ante los comentarios poco entusiastas de algunos líderes territoriales, el mensaje a Ábalos, entrecomillado para la posteridad (o para el sumario del "negro"), es demoledor: "Lamentable falta de solidaridad. Luego bien que pedirán recursos de esos PGE". ¡Zas! En toda la boca. Un sistema de premios y castigos que convierte los Presupuestos Generales del Estado en una especie de programa de puntos por lealtad. ¿Maquiavélico? Quizás. ¿Propio de un presidente? Hombre, según y cómo. ¿Obra maestra del negro de WhatsApp para añadir tensión dramática al relato? ¡Indiscutiblemente!
Cuando lean esas conversaciones que retratan a un líder incapaz de aceptar la más mínima crítica, que despacha a compañeros con epítetos más propios de una discusión de bar que de un despacho oval, no se sulfuren. No piensen mal de nuestros gobernantes. Es mucho más sencillo, y hasta divertido, echarle la culpa al negro de WhatsApp. Ese ente anónimo que, con su pluma digital, se dedica a escribir los mensajes más comprometedores, dejando que otros pongan la firma y, llegado el caso, la cara del contacto. Habrá que estar atentos a sus próximas obras; promete ser una saga de éxito... larga y dura.