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Los tomates de la suerte
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(Foto: Cibeles AI)

Los tomates de la suerte

Por Juan Torrijos Arribas
martes 30 de diciembre de 2025, 06:00h
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Esos pequeños y deliciosos tomates que de vez en cuando sustraigo y me como uno en Alcampo (chorizo), se hacen protagonistas en la plaza Vieja de la capital. Dicen que traen suerte, ojalá. En Italia se despide el año con lentejas. Me lo contaba una querida amiga que ya no está entre nosotros. Antes que las lentejas, prefiero las doce uvas nacidas en Alicante, aunque sean con sus pepitas, semillas o huesitos. Se han impuesto las uvas sin semilla, cuando esas pequeñas semillas son buenas para evitar problemas coronarios. Pero dejemos esa historia de salud y vayamos a lo que nos trae hoy, los tomates de la suerte.

El día treinta, hoy, a las siete de la tarde están citados los vecinos que quieran vivir y celebrar unas horas antes la llegada del nuevo año con este producto que tanta importancia tiene en nuestra agricultura. Perdidas las parras, los parraleros y la uva (con casta o sin follaero), por culpa del algún político de oscuras miras, alguien está intentando que ocupe su lugar en estos días de final de año ese pequeño y dulce tomate de nuestros campos. No me parece mala idea. Que lo logren o no, va a depender de los propios ciudadanos, y del precio de ese tomate que a veces alcanza buen precio en los mercados. Pero todo se andará.

Lo que nos tendrían que contar los especialistas gastronómicos almerienses, los Tony, los Gázquez, los Zapatas, cuál es la mejor forma y manera de tomarlo en esa noches de fiestas o de fin de año. ¿Los preparamos con un poco de aceite de Abrucena, les ponemos una pizca de sal de Cabo de Gata, o directamente y sin anestesia al ritmo frenético de las campanadas nos los tragamos como venimos haciendo cada 31 de diciembre con las uvas de mi amigo Diego Roa, que se dejó en el campo unas parras para la familia y los amigos a disfrutar cuando llegan estas fechas de final de año y de festivas y alegres campanadas?

No me quiero anclar en la historia de las uvas, y si hay que cambiar esa noche a los tomates, se prepara el cuerpo para ello, a todo se acostumbra el pobre mío. Lo que si le pediría a los sindicatos agrarios es que esmeraran su trabajo a la hora de controlar la llegada de ese tomate a los mercados. Por el de Almería lo que haga falta, pero que encima nos preocupemos, luchemos y lleguen de otros países, nos parecería una putada, tan grande como aquella que le hicieron al parral, cuando se les ofreció una limosna para quitarlos, y encima engañando a Europa (pan para hoy, hambre para mañana, así están los pueblos), sin darles una alternativa que sembrar en las tierras que se abandonaban.

Vale, apostemos por ese tomate pequeño para fechas festivas fuera o dentro de la de fin de año, pero que no sea otro engaño de cuatro vividores, entre ellos algunos políticos a los que les vemos el pedigrí.