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¡Con, o sin cebolla!
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(Foto: DALL·E ai art)

¡Con, o sin cebolla!

Por Juan Torrijos Arribas
viernes 09 de mayo de 2025, 06:00h

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Acaba uno de enterarse de que el gran problema de los ministros durante sus trabajosas reuniones es: ¿cómo quieren sus excelencias las tortillas, con cebolla o sin cebolla? A un tortillero de pro, de los que presumen de hacerla buena, casi como su madre, este manjar tan español, la tortilla es siempre con cebolla. Ni mucha ni poca, la justa, que no se note demasiado, pero que esté ahí, dando dulzura y sabor al huevo y a la patata. Nuestros selectos y únicos políticos andan los pobres míos, como casi en todo lo que afecta al país y a los ciudadanos, divididos, los hay que la piden con, y las que la piden sin. Están en su derecho, que duda cabe, a elegir la que más le guste a su paladar.

En la calle Tuset de Barcelona, allá por los años setenta, había un establecimiento donde nuestros ministros habrían disfrutado de lo lindo. Podrían haber catado, o probado, toda clase diferentes de tortillas. Hace tiempo que no voy por allí, lo mismo las tortillas han desaparecido, por aquello de que son muy españolas, y al independentismo-secesionismo-delincuencial catalán nada de lo que suene o sepa a español le gusta. Ellos se lo pierden. Por mí, que les den.

A la gallega melosilla, y algo soboncilla ella, le gusta, dijo ante la pregunta del señor presidente: sin cebolla, jefe. Lo de jefe es mío. Madre, que con tanto crío había algún gallego en lo que a la hora de comer tortilla se refiere, hacía de las dos, pero a la sin cebolla, contaba, le ponía un poco de agua o de leche, para suavizar el exceso de patata, lo mismo es que no había para tanto huevo, o las gallinas ese día andaban remolonas, como los señores del gobierno a la hora de trabajar por los ciudadanos. No sé si las que cocinan para los señores y señoras ministros y ministras cumplen con el secreto de mi santa, pero les aseguro que era la mejor manera para que aquella tortilla estuviera jugosa y no supiera solo a huevo, o a demasiada patata.

No tengo muy claro en lo que al huevo se refiere el que usará el cocinero de las estrellas políticas de nuestro país. Mi madre tenía el gallinero en el terrao de casa, en la Plaza Galeno, número cuatro, y no vean qué huevos ponían aquellas gallinas. Hoy no las podría tener, a las gallinas, estaría cometiendo un delito, castigado por el gobierno de Pedro Sánchez, que de seguro le quitaría las gallinicas, no se pueden tener gallineros en los terraos de las casas, pasarían a ser controladas por la ministra de los dineros, los nuestros, doña Marisús Montero, y candidata a la Junta de Andalucía por el sanchismo, para comerse ellos, en los descansos del consejillo de ministros, unas tortillas como Dios manda, como las hacía mi santa madre con los huevos de sus gallinas.

Las gallinas de mi madre ya no existen, pobrecitas, pero les puedo recomendar a sus señorías, los huevos de la Granja García, que miren ustedes por donde son los mejores de Almería. Y menudas tortillas hacen. Ya me gustaría a mí políticos con los mismos o parecidos ous. Eso sí, a mí, y lo siento por la galleguiña cariñosa, la quiero con cebolla, presidente. Ni poca ni mucha, la justa y necesaria.