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Colombine y el andaluz

Por Rafael M. Martos
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sábado 11 de marzo de 2017, 20:40h

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Se cumple este año siglo y medio del nacimiento de Carmen de Burgos, almeriense reconocida como la primera mujer periodista profesional, y que incluso cultivó algo tan arisco como la corresponsalía de guerra en tierras norteafricanas. Se trata por tanto de un personaje “viajado”, o de modo más correcto, una persona que ha viajado, y cuya talla intelectual es incuestionable.

Nacida en el nijareño valle de Rodalquilar en octubre de 1867, no sólo tuvo claro quién era, o qué quería, también qué hablaba, y cómo era vista más allá de Despeñaperros. Y era vista como una andaluza que hablaba en andaluz.

Porque ella no alberga duda de que cuando habla de Almería, lo hace de Andalucía, y así detalla que el ambiente de la novela "es el del delicioso vallecito andaluz donde transcurrió mi adolescencia".

En el prólogo que escribe para “Los inadaptados”, una novela que transcurre en el entorno de su infancia, se reconoce que ella misma es percibida como escritora andaluza, al destacar que habrá quien se pregunte “¿Pero qué Andalucía nos pinta aquí Colombine?”. Porque ella no alberga duda de que cuando habla de Almería, lo hace de Andalucía, y así detalla que el ambiente de la novela “es el del delicioso vallecito andaluz donde transcurrió mi adolescencia, donde se grabó en mi alma el panteísmo y el ansia ruda de los afectos nobles, la rebeldía contra el engaño y la injusticia”.

Alejada en muchos sentidos de sus coetáneos Hermanos Álvarez Quintero, cuyo intento de transcribir el habla andaluza al papel tuvo un resultado tan poco afortunado en lo lingüístico como terrible en lo social, Colombine afirma tajante que “Tanto me molesta el andaluz escrito, que de haber tenido que escribir en él los diálogos, hubiera renunciado a la novela”. Diálogos que tienen personajes almerienses, cuya habla no la califica de más que de andaluza, tal como recoge en el prefacio.

Pero no, no es que piense que no existe el andaluz, o que ella no lo hable, o que no lo hablen sus personajes, es que “El habla andaluza no puede representarse gráficamente”, y aclara que “Nosotros no decimos Jesú ni Jesús; hay una elisión de la ese que se percibe claramente sin pronunciarla , y esto mismo ocurre con las letras que nos comemos. Sucede como con la /u/ francesa: es preciso oiría de viva voz.”

Y ese ha sido siempre el problema –bueno, no siempre ni para todos, ciertamente, solo desde que a los andaluces nos impusieron un idioma extraño, inadaptado a nuestra morfología gutural, por lo tanto asumible para los descendientes de los conquistadores, pero no de los conquistados, y así basta observar la incapacidad que tienen para hablar en siquiera con cierto acento o deje andaluz quienes no son andaluces, por muchos años y años que lleven entre nosotros-, aclarando la escritora que “La cadencia del lenguaje castellano en boca andaluza no puede reproducirse en la escritura; las terminaciones y las sílabas se alargan, se suavizan, se tienden como una onda musical en nuestros labios”. “El andaluz parece que acaricia, el idioma” concluye la almeriense.

Lo que también apunta la inmensa Carmen de Burgos, es la falacia del mito de la expulsión de los moriscos, ya que muchos lograron esquivar al orden de Felipe III, quien en 1609 rompió por las bravas –es decir, por las armas- las denominadas Capitulación que preservaban los derechos de los andaluces.

Unos salían en barco rumbo a tierras africanas, y regresaban entrando por otro puerto peninsular, mas se daba el caso de quienes sencillamente cambiaban de pueblo y con ello de nombre, e incluso los que –tal vez como los paisanos de Colombine- se refugiaban en lugares poco transitados o inaccesibles con el fin de mantenerse en su tierra, en su patria.

Cuenta en esa misma obra, la animadversión a los “curas” y en general a los ritos cristianos, incluso en el modo de enterrar a sus muertos, incluso un cierto repudio de las autoridades administrativas. Ella no duda en atribuir todo eso a la esencia morisca de los moradores del valle andaluz de Rodalquilar.

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Rafael M. Martos

Editor de Noticias de Almería

Periodista. Autor de "No les va a gustar", "Palomares en los papeles secretos EEUU", "Bandera de la infamia", "Más allá del cementerio azul", "Covid19: Diario del confinamiento" y la novela "Todo por la patria"