Para la excursión que Susana Díaz quiere hacer a Madrid, la mochila quizá le pese demasiado. Si eso, va a ser un trajín tanto ir y venir, AVE arriba, AVE abajo… ya querría yo verla viviendo en Almería, Talgo p´arriba, Talgo p´abajo.
A Susana Díaz es que ya no le quedaba otra. Tanto se había postulado ella, y tanto la habían postulado, tanto había maniobrado para llegar a los madriles en aclamación, que ahora no tenía opción a no dar el paso definitivo al frente. Los suyos no le habrían perdonado que después de todo el lío, de la que montaron aquel día que casi levanta de su tumba a Pablo Iglesias al grito de “¡joder, qué tropa!”, ella decidiera quedarse en el cuartel de invierno que es el Palacio de San Telmo.
Pero lo que Susana Díaz lleva en la mochila pesa mucho, mucho, y por eso Pedro Sánchez, que va más ligero de equipaje, puede ganarle en la carrera al trono de la calle Ferraz, antesala de La Moncloa, porque en definitiva se trata de la meta volante, y la meta final.
Sí, Pedro Sánchez también tiene mochila, y en ella están sus contradicciones, la de “no pactaré con el populismo” y ahora ofrecerse en cuerpo y alma a Podemos, la de “no pactaré con la marca blanca del PP” y firmar con Ciudadanos, la de “España es una nación” a “hay que reconocer la plurinacionalidad del Estado”, la de interpretar como éxito histórico una doble derrota histórica… ¿sigo?
Pero una de las diferencias entre lo que habitualmente entendemos por derecha y por izquierda, es que la derecha es conservadora, partidaria de no mover las cosas o hacerlo muy lentamente, mientras que a la izquierda no le duelen prendas los cambios, y lleva en la sangre el dar la vuelta a la tortilla… aunque la tortilla sean ellos mismos. Por eso el PSOE andaluz es conservador, y Susana Díaz la primera, que quiere que cambien las cosas para que todo le siga igual.
En la mochila de la trianera de Lampedusa está el aparato del partido, ese aparato del que están hartos los militantes, ese aparato que no ha dudado en darle la vuelta a lo decidido por la militancia, una militancia que ve muy lejos los días de gloria de Felipe González y a quien muchos reconocen como una caricatura de lo que fue, arrimado a poderes económicos inconfesables. Y está Zapatero, cuyas pocas luces hacen inmensa la tenebrosa sombra que dejó. Y está Rubalcaba el conspirador, el eterno, el eterno conspirador, sentado en el consejero de administración de un medio de comunicación que les es hostil y quiere imponerles la brújula y el norte.
Pero en su mochila también está Andalucía, que nadar y guardar la ropa es de precavidos según los conservadores, y de cobardes según los progresistas. Tan necesitado está el PSOE de un liderazgo potente, como Andalucía de un gobierno fuerte, y es un contradiós –una contrarrazón- querer manejar los timones de los dos buques a la vez.
En Andalucía sus derrotas se cuentan por convocatorias electorales. En las últimas generales le ganó el PP de un tal Juanma Moreno que no lo conocía casi nadie, y de un Mariano Rajoy ridiculizado hasta el extremo en los medios de comunicación que controla. Pero es que antes, ella misma cuenta como gran logro, repetir el mismo número de escaños que José Antonio Griñán, pero con menos votos que él… y eso sí es histórico.
Si Susana Díaz gana las Primarias, el PSOE tiene un futuro incierto… tanto como si las pierde. Andalucía, no tanto.