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Parábola de la hipoteca del hijo
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Parábola de la hipoteca del hijo

Por Rafael M. Martos
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viernes 05 de septiembre de 2025, 06:00h
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Conversaba hace unos días con un dirigente socialista de nuestra provincia, quien, con el entusiasmo del converso, pretendía convencerme de las bondades de la quita de la deuda autonómica. Y sí, he dicho del converso, porque su lideresa María Jesús Montero, sostuvo hasta no hace mucho, que era inviable.... hasta que... pues eso. No se nos escapa que esta iniciativa, impulsada desde el gobierno central, responde más a las exigencias del nacionalismo catalán para sostener a Pedro Sánchez en la Moncloa que a un repentino ataque de solidaridad interterritorial. El argumento de mi interlocutor era simple y, en apariencia, contundente: Andalucía, al ser una de las comunidades con mayor deuda en términos absolutos, se vería enormemente beneficiada, casi tanto como la propia Cataluña.

Tuve que contradecirle. Lo que se nos presenta como un perdón es, en realidad, una mutualización de la deuda. Las deudas, como la energía en la termodinámica, no se destruyen, simplemente se transforman. O, en este caso, se transfieren de un bolsillo a otro. Y el diablo, como siempre, está en los detalles, en la letra pequeña que convierte un supuesto regalo en una carga compartida.

Si dejamos de hablar de miles de millones, una cifra tan abstracta que pierde su significado, y lo llevamos a lo que nos toca a cada uno, el panorama cambia radicalmente. La realidad, según los datos de 2025, es que la deuda per cápita de un andaluz es de 4.674 euros, una de las más contenidas del Estado. Comparemos esa cifra con la mochila que carga un ciudadano de la Comunidad Valenciana (11.150 €) o un catalán (11.047 €). La diferencia es abismal. Entonces, ¿qué ocurrirá cuando se aplique esta supuesta condonación? Sencillo: la deuda per cápita de cada andaluz aumentará, porque pasaremos a asumir una parte de la que generaron otros, mientras que la de un catalán, por arte de magia contable, disminuirá. Se socializan las deudas que otros contrajeron.

Ante mi razonamiento, mi amigo socialista recurrió a una analogía doméstica: "Pero vamos a ver, si mi hijo tiene una hipoteca y la pago yo, él ya no tiene que pagarla, ¡el problema desaparece para él!". "Sí", le respondí, "para él. Pero la deuda sigue ahí. La hipoteca hay que seguir pagándola al banco, solo que ahora la pagas tú". Y es aquí donde nace la parábola de la hipoteca del hijo.

Antes de seguir con el argumento, permítanme resaltar una obviedad: somos andaluces, y somos españoles. Ahora verán por qué es importante este detalle no menor.

Imaginemos a ese padre de familia, ese pater familias a la romana. Sobre sus hombros recae el sostenimiento del hogar: la hipoteca de la casa familiar, la letra del coche, el combustible, los libros del colegio, las facturas de luz y teléfono, las suscripciones a Netflix y Prime Video, la compra de ropa, la "paga" a los menores, la remodelación de la cocina, el menaje, e incluso las vacaciones de verano. Todos estos son gastos que, si bien benefician a toda la familia, se sufragan exclusivamente con el sueldo que él trae a casa.

Ahora, a esa montaña de responsabilidades, nuestro padre debe sumar la hipoteca de uno de los hijos, quien viviendo en casa, ha decidido comprar su propia vivienda y suscribir una hipoteca aunque su sueldo no da para tanto. Su columna de gastos se dispara, pero la de ingresos permanece inmóvil. La consecuencia es inevitable: tendrá que recortar. Quizás deba renunciar a las vacaciones familiares, aplazar el cambio de coche, reducir el gasto en ropa o en la cesta de la compra. O tal vez tenga que dejar de salir a tomarse esa cerveza al sol que tanto le gusta, o incluso arriesgarse a no poder pagar la letra de su propia casa. Quizá tenga que pedir él mismo otro préstamo para poder asumir la nueva situación.

De este modo, el hijo que irresponsablemente contrajo una hipoteca ya puede disfrutar de su sueldo precario al 100% porque se ha librado del lastre, pero eso ha supuesto que toda la familia se pauperice.

Pero el efecto es aún más perverso. Si antes dividíamos el gasto total de la familia entre todos sus miembros, obteníamos un coste por persona. Ahora, al sumar la hipoteca del hijo a la ecuación y volver a dividir entre los mismos, el resultado es que el gasto per cápita de todos los miembros de la familia aumenta. La hija pequeña que va a la guardería, y que sigue generando el mismo gasto, figurará contablemente como más "cara". Mientras tanto, el hijo pródigo, el de la hipoteca, aparecerá de repente con sus cuentas saneadas, con un gasto personal inferior, aunque su nivel de vida no haya cambiado. Su problema se ha diluido en el presupuesto familiar.

Este es el mecanismo exacto de la quita de la deuda. Los andaluces, que hemos sido comparativamente más comedidos en nuestro endeudamiento por habitante, veremos cómo nuestra carga fiscal teórica aumenta para aliviar a quienes gestionaron peor o gastaron más. Se nos subirá el gasto familiar para pagar la hipoteca del vecino.

Por tanto, si antes como andaluces, debíamos cada uno de nosotros 4.674 euros, tras aplicar la quita de la deuda ¡a la Junta de Andalucía!, como españoles, cada uno de nosotros pasaremos a deber una cifra promedio superior, pongamos unos 6.100 euros. Por el contrario, un valenciano que como valenciano debía 11.150 euros, como español pasará a deber solo esos 6.100 euros, y un catalán que como catalán debía 11.047 euros, como español deberá 6.100 euros... y es que la deuda que el Estado asume con la "quita", el Estado deberá pagarla a los bancos ¿y de quién es el dinero del Estado? Pues sí, es nuestro, de nuestros impuestos.

Así que no, la deuda no desaparece. Ni tan siquiera cambia de deudor, porque el deudor es el mismo, nosotros, pero si por ser andaluces debíamos una cantidad que ya no tendremos que pagar, por ser españoles tendremos esa candidad y casi un 50% más... si no quieres deuda, toma tres tazas. Y en esta operación de prestidigitación financiera, a los almerienses nos toca el papel menos agradecido: el de ese padre de familia que, calladamente, aprieta el cinturón para que la fiesta de otros pueda continuar.

Rafael M. Martos

Editor de Noticias de Almería

Periodista. Autor de "No les va a gustar", "Palomares en los papeles secretos EEUU", "Bandera de la infamia", "Más allá del cementerio azul", "Covid19: Diario del confinamiento" y "Por Andalucía Libre: La postverdad construida sobre la lucha por la autonomía andaluza". Y también de las novelas "Todo por la patria", "Una bala en el faro" y "El río que mueve Andorra"