Siempre que se enciende el debate sobre la tolerancia religiosa —casi siempre impulsado por los mismos que luego se les atraganta el diccionario— resuena la palabrita mágica: reciprocidad. Según ellos, como en esos países musulmanes no se tolera a los cristianos, aquí los cristianos tampoco tendrían que tolerar el islam. Argumento digno de concurso de lógica bumerang.
Pero vamos al grano y con datos, para aquellos indignados porque se permita a los musulmanes rezar en un espacio público igual que se permite a los católicos hacer procesiones, poner belenes... o porque construyen una mezquita en Níjar, afirmando que Marruecos no se tolera el cristianismo. Pues bien, ese país que sacan como ejemplo de intolerancia, tiene Estado confesional, sí, pero ahí están las iglesias —no en un cuento de hadas— como la iglesia anglicana de San Andrés en Tánger, donada en 1894 tras una cesión de tierra del sultán Hassan I, la iglesia católica de la Inmaculada Concepción, edificada por España entre 1871 y 1880 y la imponente Catedral del Espíritu Santo (Nuestra Señora de la Asunción), inaugurada en 1961, proyectada en estilo español moderno y todavía en funcionamiento. En Rabat no se quedan atrás: la Catedral de San Pedro, de 1921, sigue reuniendo a feligreses cada domingo. No es leyenda urbana, es convivencia de campanarios y minaretes que algunos prefieren ignorar.
Y no, no hace falta viajar a Marruecos para que ese argumento les suene mal. En Indonesia —país con más musulmanes del mundo— conviven oficialmente seis religiones: islam, cristianismo, hinduismo, budismo... Iglesias, mezquitas, templos, pagodas, repartidos por ciudades como Yakarta o Bali. La diversidad no es decorado turístico, es política de Estado. Similar en Malasia, que reconoce la libertad religiosa pese a que el islam es religión oficial.
Mayor joya del disparate: uno de estos predicadores de la intolerancia que pone como ejemplo de ese "no se tolera a los cristianos" a Turquía, tres minutos después, explica que viajó a Estambul ¡y entró en una iglesia! y flipando dice que había un militar armado adentro. Es decir, que sí, que hay iglesias, que están abiertas, que entra la gente, y además hay protección para los fieles.
La pregunta no es ya si es que no conocen todo esto, sino qué sociedad quieren. ¿Una basada en la tolerancia real o otra donde esa palabra sea solo el caballo de Troya de su propia inseguridad? Porque lo que buscan muchos no es reciprocidad en positivo, es decir, que ellos abran una ventana cuando nosotros abrimos una puerta, sino mantener cerrada nuestra ventana sin saber si ellos abren o cierran la suya.
Da la impresión de que estos que piden reciprocidad lo único que añoran es no vivir como los otros, que lamentan cada signo de apertura de ventana porque prefieren manterlas cerradas.
Iluso de mí, pensé que los valores occidentales de los que tanto nos jactamos, tenían en los Derechos Humanos su principal baluarte, o incluso más allá de ellos, en la tolerancia, en el diálogo... pero está claro que algunos, esos de la reciprocidad, no tienen esos valores que se arrogan... ni occidentales... ni cristianos, claro.