En el mes de julio, mientras medio país andaba derritiéndose en una ola de calor y la otra mitad peleándose por ver quién pone la sombrilla primero en la playa, en la provincia de Almería han ocurrido dos terremotos. Uno de ellos, con una magnitud considerable de 5,5 grados, hizo temblar no solo el suelo, sino también la tranquilidad de quienes lo sintieron. El otro, algo más leve, se dejó notar como esos avisos que da la nevera cuando está a punto de rendirse: breve pero inquietante. A eso se le llama técnicamente “réplica”, que es como el eco cabreado del terremoto original.
Y mientras aún andábamos comentando lo del movimiento telúrico entre un café y una tostada de tomate de La Cañada, el 30 de julio llega la alerta por tsunami en el Pacífico, tras un terremoto de 8,8 en Rusia. No es que estemos cerca, pero cuando ves esas cifras tan serias en las noticias, uno inevitablemente se pregunta: ¿y si eso pasara aquí?
Porque sí, Almería está en un lugar estratégico. Suena bien para venderlo en ferias de turismo, pero también significa que está colocada justo donde los terremotos se sienten como en casa. Unos con más genio, otros con menos. Y para añadirle emoción, es una provincia costera. Así que, además de la amenaza sísmica, tenemos sobre la mesa el riesgo de tsunami. Ya ven, aquí no solo tenemos playas con bandera azul, también posibilidades geológicas dignas de película de catástrofes de sobremesa.
Ahora bien, el Gobierno andaluz tiene desde marzo de este año un Plan Territorial de Emergencia de Protección Civil de Andalucía. Y eso está muy bien. De hecho, sobre el papel es estupendo: todos los medios humanos y materiales coordinados, recursos localizados, y protocolos definidos. Todo muy técnico, muy serio, muy ordenado.
Pero... ¿y los ciudadanos?
¿Tú sabes qué hacer si hay un tsunami?
¿Sabes cómo reaccionar si un terremoto serio sacude tu barrio?
¿Sabes si debes salir corriendo, esconderte bajo una mesa, recoger a tus hijos del colegio, o ponerte a rezar?
Pues no. Y no porque seamos despistados, sino porque nadie nos lo ha explicado.
Ese es el problema: hay un plan. Perfecto. Pero no hay información útil para el ciudadano. Los almerienses, como el resto de los andaluces, no tenemos ni idea de qué hacer en caso de una emergencia sísmica o de una alerta por tsunami. Nadie nos ha dicho qué elementos deberíamos tener en casa (ni siquiera si conviene tener linternas o cascos de obra), ni si debemos ir a buscar a nuestros hijos al colegio, ni cómo enterarnos de si hay que evacuar la zona.
Y esto, en serio, no es un detalle menor. Esto puede ser una tragedia anunciada.
Porque mientras en lugares como California o Japón existen sistemas de alerta temprana, simulacros periódicos, exenciones de impuestos para material de emergencia, y una cultura ciudadana de prevención, aquí seguimos con el “ya se verá”. Aquí, si el suelo tiembla, lo primero que hacemos es tuitearlo y lo segundo, mirar al vecino por si sabe más que nosotros.
La Junta de Andalucía hace campañas para prevenir incendios, para fomentar la escolarización, para recordar que el calor mata. Bien. Pero ¿por qué no una campaña que nos diga qué hacer si hay un terremoto? ¿O un tsunami?
Con dibujitos, si hace falta. Con anuncios en televisión, con folletos en los buzones, con simulacros en los colegios. Lo que sea. Pero algo.
Porque si llega el día —ojalá no llegue nunca— en que un gran seísmo sacude esta tierra, no bastará con tener un gran plan en un cajón. Hará falta algo mucho más importante: que la gente sepa cómo protegerse, cómo proteger a sus hijos, y cómo no convertirse en otra víctima más por pura ignorancia.
Así que, por favor, que alguien nos lo explique. Antes de que la tierra decida volver a recordarnos que, en Almería, lo de “zona sísmica” no es una figura retórica, sino un hecho que puede cambiarte la vida en 30 segundos.