LA INDIGNIDAD DE SEÑALAR AL MENSAJERO CUANDO NO SE PUEDE REBATIR EL MENSAJE
El escrito recientemente publicado en prensa, firmado por el Obispo emérito de Almería y los miembros de su Consejo episcopal, ha dado a conocer el resultado derivado de la auditoría realizada al Obispado de la diócesis por indicación de la Conferencia Episcopal, a ruego del propio obispo emérito, que la solicitó mucho antes de que accediera a solicitarla su sucesor. Nos consta incluso la resistencia de miembros del equipo del obispo actual a que se realizara esta auditoría, que finalmente se hizo.
Pero, si bien una vez realizada, el equipo gobernante en la diócesis ha hecho de ella un uso particular, reservándola por ser este el modo de proceder de la consultora Deloitte que la realizó, que no da a conocer lo que audita más que a quienes le hacen el encargo. Está bien el proceder porque afecta a los datos de personas e instituciones que la ley protege. Pero la consultora no prohíbe, que nosotros sepamos, la comunicación de datos sin valoraciones personales, que podían haber ofrecido a los fieles como lo ha hecho el Obispo emérito y sus colaboradores en el gobierno diocesano, sin engordar números y desacreditar a quienes han gestionado el gobierno diocesano, porque la auditoría no fue ni quiso ser una auditoría forense o de gestión.
Así nos lo explicaron los auditores. Los fieles no somos menores de edad, creerlo así es decir lo contrario de lo que se publicita cada día: que los laicos son no sólo importantes, sino la mayoría del pueblo de Dios. Desgraciadamente sigue estando muy extendida, en un cierto sector social y eclesial, una suposición histórica, arraigada (y conveniente, para algunos) acerca de la minoría de edad de los fieles, que ya es rancia y cuasi dogmática. Al parecer esta suposición es para algunos clérigos muy del momento incapaces de aceptar, sin más y a pesar de lo que pregonan, que los seglares son bautizados y nacidos a la vida de Dios como el resto de los miembros de la Iglesia (religiosos y laicos) y que, como lo que son, tienen consiguiente derecho a la información en todo cuanto les concierne.
Siendo así, el que los colaboradores del Obispo emérito hayan dado conocer verazmente datos importantes de la auditoría que conocen, tal como se la presentaron los auditores, y que hayan puesto en contexto los resultados de un buen trabajo, que algunos miembros del actual gobierno diocesano sólo han usado para desacreditar la gestión del previo gobierno al suyo, no debería ser nada ofensivo para nadie, sino clarificador. Pero se trataba de poner el altavoz del periodista de lo religioso de “La Voz de Almería” (¿portavoz oficial del Obispado?) para seguir descalificando; y como no hay datos que oponer a los publicados, pues mejor hablar de los miembros del Consejo episcopal del Obispo emérito, al que el periódico maltrata una vez más.
Lo que ha publicado el tal periodista parece copia de una reimplantación a conveniencia, semejante al uso y modo de proceder del estilo tan afianzado hoy, con el cual entretener a los contemporáneos, a ver si se lo creen y conforman, como se espera de un buen directorio social al uso, o un nomenclátor, propio del autoritarismo actual, tan instalado en nuestros días, en un tipo de gobierno que no atiende a las normas de respeto a las personas y arremete contra ellas y no contra sus argumentos.
Resulta ser, ni más ni menos, de lo que se viene a padecer tanto en la sociedad como en la Iglesia de Dios. Por eso, nos parece adecuado señalar que los medios de comunicación, ejercido su libertad, lo tienen que hacer conforme al respeto y derecho a la información que merecen los ciudadanos, ofreciendo una información verazmente fundada sin salirse por la tangente.
El artículo publicado en la Voz de Almería con fecha 30 de abril, al no poder contradecir los datos ofrecidos y contenidos en la auditoría, malamente conocida, y sale al paso para desacreditar sacando en notas biográficas y añadiendo “comentarios” que las ilustran, en un insensato atrevimiento por parte del periodista del que cabía esperar más libertad y criterio de juicio y menos servilismo, cuando parece que como otros, apenas ha oído campanas de cada biografía que presenta. Ha buscado a los mejores amigos de los que habla, para informarse. ¡Seguro que sí!
Estamos, pues, ante un periodismo arriesgado y muy mejorable, sobre todo, cuando se afirman como ha sucedido en sus informaciones falsedades sobre resultados, o datos que se refieren a personas y asuntos a los que concierne la protección de datos por parte de los aludidos. Así que, sin perjuicio de proceder en derecho, hay que decir que este modo de actuar demuestra lo propio, cuando sólo hay “la nada que decir”. A lo publicado, pues, de momento, no hay mejor réplica que lo afirme, como es la respuesta de salirse por la tangente, modo muy recurrente a la urgente necesidad de escape.
¿Es que supone que los fieles (¡ciudadanos!) carecen de derechos o que la diócesis en contra de lo que él ha venido sosteniendo con repique de campanas no está quebrada ni arruinada? O bien, ¿se publicita la existencia y contenido de una auditoría escondiendo su mejor resultado? ¿No hace un mal servicio a la Iglesia diocesana, hoy herida y gratuitamente confundida, cuando no escandalizada? ¿No es reprobable este periodismo de incompetentes que, en vez de procurarse los elementos de una información veraz, es decir, los datos reales de las cosas, optan por la parcialidad para escaparse por la tangente cuando no tienen nada real que decir frente a la contundente presentación datos?
Habrá que concluir diciendo, que tan torpe modo de contradecir la información que combate este estilo de periodismo, es la mejor prueba de que frente a los datos objetivos aportados por nosotros, no hay nada que decir. El peor ejemplo de periodismo es el de nutrir la edición de un periódico dando salida al asunto del que se trata componiendo la conocida biografía de cada cual, si bien con evidentes errores o elementos o torpes referencias más oídas que conocidas, excediéndose a la hora de cruzar los límites de la verdad y entrar en suposiciones y rumores. Actuando así se pueden cruzar los límites de la reserva de datos personales de quienes se reservan el derecho de acudir al amparo de la ley