El portavoz municipal de Vox, Juan Francisco Rojas, ha presentado a sus tres nuevos compañeros de grupo, fruto del éxito electoral del 28-M, en el que la formación pasó de un concejal a cuatro. Rojas ha marcado la línea de trabajo que van a seguir en el consistorio, basada una reclamación de bajada de impuestos generalizada, en la fiscalización del equipo de gobierno del PP, la oposición leal pero firme y el recordatorio constante de los incumplimientos y las carencias que arrastra la ciudad desde hace décadas.
Así, Rojas ha puesto sobre la mesa temas como el Puerto-Ciudad, el soterramiento del ferrocarril, el olvido del casco histórico o la falta de ambición en materia de infraestructuras, cultura o turismo. Temas que, según ha dicho, son los que realmente preocupan a los almerienses y los que les han llevado a confiar en Vox como alternativa política.
Pero lo que no ha mencionado Rojas son las grandes banderas electorales de Vox, como la violencia machista, el feminismo o la vinculación de la inseguridad con la inmigración. Esos temas los ha dejado aparcados y a la hora de relatar sus prioridades, se ha centrado en los problemas reales, en los que Vox quiere ser reconocido como un partido útil y no un simple altavoz de consignas.
Esta actitud de Vox en Almería contrasta con la de otros lugares donde la formación ha optado por mantener un discurso más radical y confrontativo, lo que le ha granjeado más críticas que apoyos. Quizás por eso, Vox ha sabido crecer en Almería y consolidarse como una fuerza política con peso e influencia, pero a la vez ha bajado su apoyo en municipios donde esos temas se habían convertido en el debate constante en los plenos.
La pregunta es si el resto de Vox, lo que hay más allá de las fronteras municipales de Almería, es capaz de entender que ese es el reto que tienen por delante, porque también es lo que facilitará el entendimiento con otras fuerzas políticas, anteponiendo lo importante, lo común, a lo extravagante o si se quiere, a lo particular, que está muy bien como seña de identidad, pero que no es de recibo que se quiera imponer a la generalidad de la ciudadanía, como ha pasado con el feminismo según la Biblia de Podemos, que ha acabado como ha acabado, con la unidad del feminismo y con la unidad de Unidas Podemos, y hasta con el feminismo y con Podemos.
Las minorías deben ser respetadas en democracia, pero lo que no pueden hacer es imponer sus postulados a la mayoría, porque es insensato y produce los resultados que estamos viendo.
Es el caso de Extremadura, donde el PSOE se ha hecho con la presidencia de la Mesa de la Asamblea ante el empeño de Vox de entrar en un posible gobierno del PP, que le ofrecía precisamente el puesto que ahora han perdido ambos, y recuerda a cuando hubo que repetir elecciones generales porque Podemos no quiso investir a Pedro Sánchez, a cuando Pedro Sánchez dijo que no podría dormir con Pablo Iglesias en su gobierno, y al final… cuatro años amancebados porque ambos asumieron que tenían que entenderse.
El hecho es que el electorado –si a los datos de las municipales y las encuestas vamos- la ciudadanía no ha percibido a Podemos como útil, y ha arrastrado al PSOE, y eso podría pasar también entre PP y Vox, si Vox no demuestra que antepone el bien común a las nóminas y la ideología que exclusivamente tienen ellos y que los demás, la inmensa mayoría no comparte.