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Menos pateras, más inmigrantes
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Menos pateras, más inmigrantes

Los datos oficiales del Ministerio del Interior revelan un descenso en el número de embarcaciones, pero un aumento de inmigrantes llegados a la Península, lo que apunta a una mayor precariedad en los viajes y embarcaciones más sobrecargadas

Por Rafael M. Martos
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martes 05 de agosto de 2025, 06:00h
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Aunque el mar lo parezca, el fenómeno migratorio nunca está en calma. El último informe quincenal del Ministerio del Interior, con datos acumulados del 1 de enero al 31 de julio de 2025, ha puesto sobre la mesa una tendencia que inquieta por igual a las autoridades, a los servicios de emergencia y a las comunidades receptoras como la almeriense: se ha reducido notablemente el número de embarcaciones que llegan a las costas españolas, pero ha aumentado el número de personas a bordo. Es decir: menos pateras, más cargadas, y por tanto, más peligrosas.

En concreto, los inmigrantes llegados a la Península y Baleares por vía marítima han pasado de 6.151 en el mismo periodo de 2024 a 7.064 en 2025, lo que supone un aumento del 14,8%. Sin embargo, el número de embarcaciones ha descendido un 6,4%, de 488 a 457. En otras palabras, más personas se están jugando la vida en menos botes. Este dato, lejos de ser una anécdota estadística, sugiere un aumento de la peligrosidad en las travesías y una estrategia cada vez más desesperada por parte de las mafias que operan las rutas migratorias.

El fenómeno tiene un impacto directo en el litoral de la provincia de Almería, uno de los puntos neurálgicos de llegada de inmigración irregular por vía marítima. Aunque los informes oficiales no desglosan los datos por provincias, es bien sabido —y las noticias lo confirman a diario— que buena parte de estas embarcaciones arriban a playas almerienses, especialmente en municipios como Níjar, Carboneras, Vera o El Ejido. La Guardia Civil, Salvamento Marítimo y Cruz Roja son testigos de primera línea de esta evolución en los flujos migratorios.

La patera como signo de una crisis más profunda

La reducción del número de pateras no es, por tanto, sinónimo de una disminución de la presión migratoria, sino posiblemente todo lo contrario. En muchos casos, estas embarcaciones están siendo sobrecargadas hasta límites extremos, lo que incrementa el riesgo de naufragios. Las condiciones en las que viajan los inmigrantes son cada vez más precarias y la posibilidad de que la travesía acabe en tragedia es alta.

La explicación podría estar en una combinación de factores: mayor vigilancia en origen, cambios en las rutas utilizadas, ajustes en la logística de las mafias, e incluso decisiones estratégicas de estas organizaciones para reducir su exposición concentrando más personas en cada embarque. En la práctica, esto significa que los migrantes que parten desde las costas del norte de África lo hacen en condiciones aún más duras que en años anteriores, con una proporción preocupante de mujeres y menores a bordo.

Almería: destino y punto de fricción

En la provincia de Almería conviven desde hace décadas poblaciones migrantes de origen muy diverso, fundamentalmente del norte de África, África subsahariana y Europa del Este. Muchas de estas personas han llegado de forma irregular, pero han regularizado su situación y hoy forman parte esencial de la economía almeriense, sobre todo en el sector agrícola. No obstante, la llegada constante de nuevos inmigrantes irregulares supone un desafío para los servicios sociales, las fuerzas de seguridad y el propio tejido social.

Este aumento de personas por patera no hace sino tensionar aún más el sistema de recepción y asistencia. Cruz Roja, que presta la primera atención sanitaria y humanitaria a los llegados por mar, ha alertado en ocasiones anteriores del agotamiento de recursos y de la necesidad de reforzar los equipos de atención en zonas como Almería. A esto se suma la saturación de los Centros de Atención Temporal de Extranjeros (CATE), que deben absorber un flujo cada vez más concentrado y difícil de gestionar.

La paradoja de los datos globales

Curiosamente, si se analizan los datos globales de inmigración irregular a España por vía marítima y terrestre, el número total ha descendido: de 29.031 personas entre enero y julio de 2024 a 20.258 en el mismo periodo de 2025. Es decir, un 30% menos. Este descenso se explica sobre todo por la drástica reducción de llegadas a Canarias, donde los datos han pasado de 21.470 personas a apenas 11.575 en el mismo tramo del año, y por el freno en las entradas terrestres en Ceuta y Melilla.

Sin embargo, el descenso en el conjunto del Estado no debe ocultar lo que ocurre en la fachada mediterránea peninsular, y en particular en el sudeste andaluz. Mientras Canarias respira algo más tranquila, Almería —y provincias vecinas como Granada o Murcia— experimentan un repunte de llegadas más difíciles de interceptar y de mayor riesgo. La ruta argelina, que en los últimos años ha ganado protagonismo, vuelve a estar en el centro del mapa.

Un reto humanitario y político

La presión migratoria sobre Almería no es nueva, pero las circunstancias están cambiando. A la complejidad del fenómeno se suma un clima político cada vez más crispado, con discursos que oscilan entre la solidaridad y el rechazo, y una población local donde el porcentaje de inmigrantes, tanto legales como irregulares, supera con creces la media nacional.

Mientras tanto, en los invernaderos del Poniente almeriense, muchos de estos inmigrantes encuentran empleo, pero también condiciones laborales y de alojamiento que distan mucho de lo ideal. La regularización sigue siendo una carrera de obstáculos y los servicios públicos, desde la sanidad hasta la educación, soportan una carga creciente sin que siempre lleguen los refuerzos necesarios.

La llegada de más personas en menos embarcaciones no es sólo un dato técnico: es una señal de alarma. Una patera sobrecargada no es sólo un bote a la deriva, sino el síntoma visible de una cadena de problemas estructurales que arrancan lejos de nuestras costas pero que acaban impactando en nuestras playas, nuestras instituciones y nuestras conciencias.

En Almería, donde el mar es horizonte y frontera a la vez, la inmigración irregular no es un tema ajeno, sino cotidiano. Y los datos de este informe no hacen sino confirmar lo que se intuye desde hace meses: que las rutas cambian, pero la necesidad, el riesgo y la humanidad de quienes las recorren siguen siendo las mismas.

Rafael M. Martos

Editor de Noticias de Almería

Periodista. Autor de "No les va a gustar", "Palomares en los papeles secretos EEUU", "Bandera de la infamia", "Más allá del cementerio azul", "Covid19: Diario del confinamiento" y "Por Andalucía Libre: La postverdad construida sobre la lucha por la autonomía andaluza". Y también de las novelas "Todo por la patria", "Una bala en el faro" y "El río que mueve Andorra"

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